Mientras me preparaba para ir al trabajo hoy, encendí la televisión y estaba emitiendo Spy Game protagonizada por Robert Redford. El momento era perfecto, ya que él dirigía a su asociada en algunos planes de precaución y ella bromeaba sobre que se sentía un poco paranoico. La respuesta de Redford fue simplemente: «¿Cuándo construyó Noé el arca, Gladys? Antes de que lloviera, antes de que lloviera».
Como especialistas en preparación para emergencias, a menudo se nos acusa de ser paranoicos, de exagerar, de pintar el peor panorama y de proyectar una sensación de fatalidad por parte de quienes temen el cambio, tienen miedo de comprometer recursos o no quieren enfrentarse a la realidad entre sus electores o empleados.
Cuando pensamos en la historia del arca de Noé en la Biblia, Noé simplemente hacía lo que nosotros hacemos, excepto que él sólo tenía un recurso, la fe. La fe le llevó a construir su barco y a prepararse para un acontecimiento que la mayoría consideraba temerario e improbable.
Aunque nos enfrentamos a muchas de las mismas críticas que recibió Noé en esta historia bíblica, la nuestra, sin embargo, ya no es una ocupación basada en la fe. Podemos pedir a nuestros empleadores que tengan fe en la dirección que proponemos, en la mitigación que deseamos y en los planes que perforamos, pero nuestro fundamento ya no es sólo una advertencia desde arriba.
Tenemos considerables datos estadísticos en materia de violencia en el lugar de trabajo, tenemos un seguimiento científico de los terremotos, la actividad volcánica, las tormentas de invierno y los fenómenos meteorológicos como los tornados, los huracanes y los tsunamis. Hemos analizado acontecimientos pasados y aprendemos de nuestros errores. Ciertamente, las lecciones del huracán Katrina y del 11-S nos han convertido en una nación más fuerte y con mayor capacidad de respuesta.
Muy pocos en nuestros puestos se benefician personalmente de nuestras sugerencias, planes e informes, salvo para mejorar la capacidad de supervivencia y recuperación de nuestros ciudadanos, nuestras empresas y nuestras comunidades. No vemos a la ligera los acontecimientos que planificamos y, como industria, debemos utilizar la mejor ciencia y los mejores recursos de que disponemos. No debemos exagerar, soñar o proyectar más allá de lo que podemos fundamentar y debemos ayudar a nuestros empleadores a entender que la nuestra ya no es una profesión basada en la fe.
Sin embargo, cuando nos enfrentamos a la negación, a las excusas y a las peticiones de recortar nuestros planes, propuestas y gastos, no se me ocurre mejor respuesta que la dada por Redford. ¿Construiremos nuestra arca antes del diluvio o después de que haya llegado?