Cuando amas a alguien, te duele verlo sufrir. El peor sentimiento del mundo es saber que no están bien. Si se ponen a llorar delante de ti, no te pones nervioso y sales de la habitación para evitar la confrontación. No corres hacia el otro lado para ahorrarte el drama. No actúas como si sus emociones fueran una carga para ti.
Te sientas con ellos y hablas de las cosas. Los abrazas mientras sollozan. Les haces saber que, pase lo que pase, siempre estarás ahí para ellos. Les convences de que todo volverá a ir bien, y si no te creen, al menos les convences de que hay alguien que les quiere y que estará a su lado en todo momento.
Cuando quieres a alguien, te odias a ti mismo cuando eres la razón de sus lágrimas. Te odias a ti mismo por causarle el más mínimo dolor. Cuando no os habláis, se te revuelve el estómago. Eres incapaz de lidiar con el hecho de que eres la razón de su angustia cuando sólo quieres ser la razón de su sonrisa.
Cuando amas a alguien, te pones a la defensiva cuando se trata de ellos. Si alguien te hace daño, no pasa nada. Te enfrentarás a ello. Estás acostumbrado a la decepción. ¿Pero si alguien hiere a la persona que amas? Te enfurecerás. Te saldrán los dientes. Lucharás hasta la muerte.
No dejarás que nadie haga daño a la persona que amas. Aunque sepas que pueden valerse por sí mismos, los proteges. No dejarás que nadie los trate con falta de respeto. No soportas verlos infelices. No permites que los maltraten. Te importa más la forma en que los demás tratan a tu persona que la forma en que te tratan a ti.
Cuando amas a alguien, no estás en competencia directa con él. No estás deseando secretamente que les despidan del trabajo o que sus amigos les cancelen los planes, porque quieres lo mejor para ellos. Te alegras cuando consiguen un ascenso. Te alegras por ellos cuando tienen una noche libre en el trabajo. Te emociona que tengan una vida propia porque se lo merecen.
Cuando amas a alguien, te duele cuando te duele. Verlos llorando te hace llorar. Verlos enfadados te hace enfadar. Verlos felices te hace feliz. Tus emociones están unidas. Tu estado de ánimo depende de si lo están pasando mal o no.
Cuando quieres a alguien, no sólo dices que te importa. Lo dices en serio. Cuando están molestos, te cuesta conciliar el sueño por la noche porque intentas encontrar una respuesta a sus problemas. Porque no es justo que alguien tan increíble esté lidiando con algo tan horrible.
Cuando amas a alguien, quieres que sea feliz. Te preocupas por ellos tanto como te preocupas por ti mismo – tal vez incluso más.