Una mirada más cercana
La deposición ácida -a la que se suele referir simplemente como lluvia ácida- incluye en realidad dos formas de contaminación, húmeda y seca. Cuando se queman combustibles fósiles como el carbón, la gasolina y el petróleo, se liberan los gases dióxido de azufre y óxido de nitrógeno. En el tipo húmedo de deposición ácida, estos compuestos se combinan con el vapor de agua en la atmósfera para formar ácidos sulfúricos y nítricos altamente corrosivos. Los vientos predominantes transportan los ácidos lejos de las zonas industriales donde se originan, y caen a la tierra en forma de lluvia, nieve o niebla. En el tipo seco, los vientos predominantes depositan los gases ácidos y las partículas en objetos al aire libre, como edificios, vehículos y árboles. Cuando la lluvia arrastra esta materia ácida, la escorrentía es aún más ácida que el agua de lluvia. La deposición ácida es un grave problema medioambiental en partes del mundo con una alta densidad de fábricas, centrales eléctricas y automóviles, incluyendo gran parte de Estados Unidos y Canadá, así como zonas de Europa y Asia. Daña los bosques y los suelos y contamina los lagos y los ríos, matando a los peces y otras formas de vida acuática. También afecta a la salud humana, contribuyendo a enfermedades respiratorias como el asma y el enfisema. Muchos científicos creen que algunos daños ambientales causados por la deposición ácida podrían tardar años, incluso décadas o siglos, en repararse. La deposición ácida también puede dañar edificios y monumentos históricos al corroer la piedra y el metal con los que están construidos. Los esfuerzos individuales y sociales para reducir la deposición ácida implican muchos factores sociales, económicos y políticos interrelacionados.