En este artículo de opinión, Lisa S. Hoffstein, directora ejecutiva del Centro Ana Frank para el Respeto Mutuo, explica la profunda relevancia del legado de Ana Frank en la actualidad.
«Déjenme ser yo misma y entonces estaré satisfecha. Sé que soy una mujer, una mujer con fuerza interior y mucho valor».
El 11 de abril de 1944, Ana Frank escribió esas palabras a los 14 años en medio del peor genocidio que ha conocido el mundo. Su diario, que ha sido traducido a 70 idiomas y del que se han vendido más de 30 millones de ejemplares, es tanto una crónica del tiempo que pasó escondida en la Casa de atrás como una adolescente que se reconcilia con lo que es como mujer joven.
Gracias a su diario, que fue salvado por una de las ayudantes de la Casa de atrás, Miep Gies, y publicado por su padre, Otto Frank, que sobrevivió a la guerra, la voz de Ana se escuchó cuando millones de personas fueron silenciadas. Era una joven que intentaba huir de la persecución, y su vida se vio trágicamente truncada. Junto con otros 6 millones de judíos, Ana y la mayoría de su familia fueron asesinados por el régimen nazi alemán por ser diferentes. Fueron víctimas del mal. Fueron víctimas del odio.
Pero, a pesar de ello, las palabras de Ana siguen ofreciendo esperanza. Son palabras que resuenan a través de las generaciones, llegando a personas de todos los orígenes y culturas. Nos infunden la determinación de educar a las generaciones futuras sobre los horrores del pasado; de transmitir los ideales de liberarse del miedo y de la miseria; y de actuar cuando vemos que se cometen injusticias.
No se puede subestimar la profunda relevancia del legado de Ana en la actualidad.
La gente sigue conectando con ella. En muchos sentidos, es una adolescente corriente, que escribe sobre cosas corrientes de adolescentes. Sin embargo, es una persona extraordinaria, no sólo porque escribió estas cosas en medio de la guerra y la violencia, sino también porque en esta adolescente encontramos sabiduría e ingenio reflexivos. Es una mujer de fuerza interior y coraje. Y sus palabras siguen inspirando, proporcionando optimismo y levantando generaciones.
En marzo de 2018, el Centro Ana Frank para el Respeto Mutuo tendrá el estreno norteamericano de Déjame ser yo mismo: La historia de la vida de Ana Frank en el Centro del Holocausto para la Humanidad de Seattle, una nueva exposición cedida por la Casa de Ana Frank en Ámsterdam. La exposición no sólo cuenta la historia de Ana, sino también la de los jóvenes de hoy. Inspirándose en la cita de Ana sobre ser una mujer fuerte, esta exposición examina el modo en que los jóvenes se enfrentan a la identidad, la discriminación y la exclusión. Por eso el legado de Ana es tan grande, y por eso conecta tan profundamente con la gente, con los jóvenes en particular. La búsqueda de Ana para descubrir quién es como mujer joven mientras vive el peor horror de la historia nos impacta a todos porque siente las mismas emociones que la mayoría de los adolescentes sienten a esa edad: angustia, amor, aislamiento, miedo, soledad. Conectamos profundamente con ella porque sus emociones reflejan las nuestras. Ella está en todos nosotros. Las palabras de Ana nos enseñan que las acciones y el lenguaje importan. Sus palabras nos muestran que no podemos estar ciegos ante las atrocidades y los abusos que nos rodean. Los recuerdos de los que perecieron durante el Holocausto, incluida Ana, deben sostenernos e impulsarnos a marcar la diferencia. Ana escribe en su diario: «La formación final del carácter de una persona está en sus propias manos». Está en nuestras manos. La discriminación, la injusticia y la exclusión no terminaron con la conclusión de la Segunda Guerra Mundial y la liberación de los campos. Continúan hoy en día.