A pesar de tener la misma composición genética, los gemelos idénticos tienen sus propias personalidades. El modo en que surge su individualidad sigue siendo un misterio. Pero ahora, los investigadores han descubierto que las experiencias vitales afectan al desarrollo del cerebro, lo que podría ayudarnos a entender cómo se forman las personalidades.
Lo que somos, tanto física como conductualmente, depende de una serie de factores. La genética desempeña un gran papel, pero también lo hace el entorno, que puede influir en la forma en que se expresan nuestros genes. Por ejemplo, los gemelos idénticos pueden tener estaturas o pesos diferentes a causa de diferencias en la dieta, enfermedades graves o incluso conexiones placentarias diferentes mientras aún están en el útero.
«En los estudios de gemelos había quedado claro que, aunque los gemelos son idénticos (monocigóticos), sigue habiendo algunas diferencias entre ellos que surgen con el tiempo», dice Gerd Kempermann, genetista del comportamiento de la Universidad Tecnológica de Dresde y del Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas en Alemania. «Los gemelos idénticos suelen ser asombrosamente parecidos, pero las madres y los parientes cercanos aún pueden distinguirlos con facilidad.»
Es importante que los gemelos idénticos criados en el mismo hogar -el mismo entorno «externo»- sigan desarrollando diferencias de personalidad con el tiempo. Los genetistas del comportamiento han atribuido durante mucho tiempo estas diferencias a las influencias del «entorno no compartido», aunque no hay un consenso real sobre en qué consiste exactamente el entorno no compartido, dijo Kempermann a io9. En los estudios de gemelos, dice, estas influencias ambientales no compartidas se reducen esencialmente a las experiencias individuales de los hermanos y a sus propias interacciones personales con el entorno.
Kemperman y sus colegas estudiaron ratones genéticamente idénticos y descubrieron que sus experiencias influían en el crecimiento de nuevas neuronas en el hipocampo, una parte del cerebro asociada al aprendizaje y la memoria. Creen que estos cambios neurológicos promueven las diferencias individuales en el comportamiento y la personalidad.
Naturalmente, el desarrollo de las diferencias de personalidad debería reflejarse en el cerebro. En el hipocampo se generan constantemente nuevas neuronas en un proceso llamado neurogénesis. Sabiendo esto, Kempermann y sus colegas se preguntaron: ¿Cómo impulsan las experiencias vitales la individualización en el cerebro? En concreto, si ratones genéticamente idénticos vivieran en el mismo entorno, ¿cuánta individualidad desarrollaría cada uno de ellos y se reflejarían sus diferentes «personalidades» en su neurogénesis del hipocampo?
Para averiguarlo, Kempermann y sus colegas alojaron a 40 ratones endogámicos genéticamente idénticos en un complejo escenario. La jaula tenía varios niveles, cada uno de los cuales estaba lleno de juguetes, tubos y otros objetos para enriquecer el entorno. El equipo equipó a cada ratón adulto con un transpondedor de identificación por radiofrecuencia (RFID) y repartió 20 antenas de radio por toda la gran arena.
Esquema del hogar de varios niveles de los ratones. Cortesía de Science/AAAS.
Esta configuración permitió a los investigadores hacer un seguimiento de la parte del entorno que cubría cada roedor y cuantificar su comportamiento exploratorio a lo largo del experimento de tres meses. Los investigadores también inyectaron a los ratones un compuesto que marca las células que se están dividiendo, lo que les permitió seguir la proliferación de nuevas neuronas del hipocampo.
El equipo descubrió que los ratones, aunque genéticamente idénticos, mostraban comportamientos exploratorios muy individualizados. Vivían exactamente en el mismo escenario, pero reaccionaban a este entorno de forma diferente, afirma Kempermann, y añade que las diferencias de comportamiento sólo aumentaban con el tiempo. Así, algunos ratones se convirtieron en exploradores, que recorrían más el entorno a medida que pasaban los meses, mientras que otros ratones preferían ceñirse realmente a las zonas que conocían.
Y estas diferencias de comportamiento se manifestaron en la neurogénesis del hipocampo de los ratones: los ratones que exploraron más su entorno cultivaron más neuronas nuevas que sus hermanos menos aventureros. Además, los ratones que se encontraban en este gran escenario mostraban más neurogénesis de media que los ratones de control alojados en jaulas más pequeñas y menos estimulantes.
Así que para recapitular: Las experiencias de los ratones, o las interacciones con su entorno, afectaron a sus patrones de comportamiento a largo plazo y al crecimiento de nuevas neuronas, promoviendo el desarrollo de personalidades distintas a pesar de su composición genéticamente idéntica.
Y dado que las personas también se someten a la neurogénesis del hipocampo, Kempermann cree que el equipo ha señalado la base neurológica de la individualidad humana. «Es un pensamiento reconfortante que no son sólo nuestros genes y no es sólo el entorno exterior, sino también nuestras experiencias las que cuentan para nuestra individualidad», dice.
Kempermann también señala que los científicos tienen ahora un nuevo modelo para estudiar cómo las diferentes experiencias ayudan a dar forma a las diferentes personalidades. «Esto abre un nuevo tipo de enfoque para un viejo problema», dice. Por ejemplo, el equipo se centró sólo en las interacciones de los ratones con su entorno físico, pero ¿qué papel desempeñan las interacciones sociales en la neurogénesis del hipocampo y el desarrollo del comportamiento?
Por ahora, los investigadores están interesados en obtener una imagen más clara de sus hallazgos. Una de las cosas que les gustaría averiguar es cómo empiezan a desarrollarse los comportamientos de los ratones. En su estudio, vieron que los ratones que inicialmente eran aventureros exploraban más el entorno con el paso del tiempo, hasta que ese rasgo exploratorio se estabilizó, pero ¿qué hizo que esos ratones estuvieran dispuestos a examinar su entorno en primer lugar?
«Luego, por supuesto, nos interesan los mecanismos», dice Kempermann. «¿Cómo cambia realmente el cerebro la actividad de exploración? Queremos abordar la causalidad de todo ello»
El trabajo se detalla hoy en la revista Science.
Imagen superior vía Shawn Welling/Wikimedia Commons.