El toque curativo de los masajes puede tener más que ver con el ADN que con unas buenas manos. Un nuevo estudio ha revelado por primera vez cómo el amasado alivia los músculos doloridos, desactivando los genes asociados a la inflamación y activando los que ayudan a la curación de los músculos. El descubrimiento contradice las afirmaciones populares de que el masaje exprime el ácido láctico o los productos de desecho de los músculos cansados y podría aportar una nueva credibilidad médica a esta práctica.
A pesar de la gran popularidad del masaje, los investigadores saben sorprendentemente poco sobre sus efectos en los músculos. Estudios anteriores sólo han logrado demostrar que un masaje bien administrado puede reducir el dolor, pero ninguno ha precisado cómo. La escasa evidencia hace que muchos médicos se muestren inseguros, si no directamente escépticos, con respecto a este método.
Mark Tarnopolsky, investigador neurometabólico de la Universidad McMaster de Hamilton (Canadá), era uno de esos médicos, hasta que sufrió una grave lesión en los isquiotibiales en un accidente de esquí acuático hace cuatro años. La terapia de masaje formaba parte de su régimen de rehabilitación, y fue tan eficaz para aliviar su dolor que se empeñó en buscar el mecanismo que le hacía sentirse tan bien. «Pensé que tenía que haber una base fisiológica para esto», dice. «Y como soy un científico celular, me interesan las bases celulares».
Así que Tarnopolsky y sus colegas -incluido el coordinador de su programa de rehabilitación- reclutaron a 11 jóvenes dispuestos a hacer ejercicio en nombre de la ciencia. Los sujetos se sometieron a una agotadora sesión de ciclismo vertical que dejó sus músculos dañados y doloridos. Diez minutos después del ejercicio, un masajista les masajeó una de las piernas. Mientras tanto, los investigadores tomaron muestras de tejido de los músculos del cuádriceps de los voluntarios -una vez antes del entrenamiento, una vez 10 minutos después del masaje y una vez 3 horas después del entrenamiento- y compararon los perfiles genéticos de cada muestra.
Los investigadores detectaron más indicadores de reparación celular e inflamación en las muestras posteriores al entrenamiento que en las muestras previas al mismo. Esto no les sorprendió porque los científicos saben que el ejercicio activa los genes asociados a la reparación y la inflamación. Lo que sí les sorprendió fueron las claras diferencias entre las piernas masajeadas y las no masajeadas después del ejercicio. Las piernas masajeadas tenían un 30% más de PGC-1alfa, un gen que ayuda a las células musculares a construir mitocondrias, los «motores» que convierten el alimento de una célula en energía. También tenían tres veces menos NFkB, que activa genes asociados a la inflamación.
Los resultados, publicados hoy en línea en Science Translational Medicine, sugieren que el masaje suprime la inflamación que sigue al ejercicio, al tiempo que promueve una curación más rápida. «Básicamente, puedes tener tu pastel y comerlo también», dice Tarnopolsky. Añade que el estudio no ha encontrado pruebas que respalden las afirmaciones, a menudo repetidas, de que el masaje elimina el ácido láctico, un subproducto del esfuerzo al que durante mucho tiempo se ha atribuido el dolor muscular, o los productos de desecho de los músculos cansados.
«Éste es probablemente el mejor estudio que he visto que analiza la base biológica de la terapia de masaje», dice Thomas Best, médico especialista en medicina deportiva de la Universidad Estatal de Ohio, en Columbus, que ha estudiado los efectos del masaje en animales. Señala que sería un experimento difícil de reproducir porque no hay dos masajes idénticos, pero califica los resultados de «convincentes» no obstante.
Tarnopolsky, por su parte, es un converso. «No hay duda de que voy a visitar al masajista más a menudo», dice.