¿Estás listo para iniciar tu cambio de cultura?

No necesitas ser ruidoso para ser inteligente

¿Eres introvertido o extrovertido?

Es una pregunta complicada. A mí también me cuesta responderla.

Ese es el problema de las preguntas binarias: te ves obligado a elegir una u otra. Estar callado es una elección: puedes ser más franco en determinados escenarios o más retraído en otros.

Lo que eres no puede limitarse a una etiqueta, especialmente cuando esas etiquetas son términos cargados. Nuestra sociedad favorece la acción frente a la contemplación – los extrovertidos tienen un zumbido más positivo.

Las personas tranquilas tienen un poder único – todos, ellos incluidos, necesitan prestarle más atención.

Nuestra cultura rinde culto a las personas ruidosas

Nuestra sociedad tiene una larga tradición de intentar definir lo que es normal – tal vez porque nos cuesta aceptar que todos somos únicos.

Ser zurdo fue vigorosamente oprimido a lo largo de los siglos – los zurdos eran obligados a usar la mano derecha para escribir. Las prácticas discriminatorias contra los zurdos persistieron hasta bien entrado el siglo XX.

De igual modo, la gente sigue creyendo que ser introvertido no es normal: se favorece a los que actúan y hablan más alto.

Recuerdo que cuando crecía, los compañeros de clase me decían: «¿Por qué no hablas más?». Sentía que algo andaba mal en mí. Disfrutaba escuchando a los demás, observando el mundo y cultivando mi interior.

Con el tiempo, me sentí mucho más cómodo exponiéndome. Puedo dar un discurso de apertura frente a miles de personas o facilitar talleres que me pongan en una posición vulnerable. No tengo ningún problema en exponerme, mucha gente cree ahora que soy extrovertido.

Entonces, ¿he cambiado?

En algún momento, me convertí en una víctima del empuje para ser más extrovertido. Me volví demasiado ruidoso: no escuchaba ni reflexionaba tanto como solía hacerlo. En el último año, más o menos, he encontrado el equilibrio: he recuperado el poder de estar en silencio.

«La sociedad favorece a un hombre de acciones frente a un hombre de contemplación». – Susan Cain.

La conferenciante y autora explica en su charla TED cómo, en el siglo XX, pasamos de una cultura del carácter a una de la personalidad. Ser audaz y tener influencia social y carisma se convirtieron en rasgos críticos para definir una personalidad de éxito.

Tenemos un anticuado «sesgo de carisma» hacia los ruidosos: hay un culto a los líderes carismáticos, pero eso no garantiza mejores resultados.

Bill Gates ha desempeñado un papel transformador en el mundo de la tecnología, similar al de Steve Jobs. Sin embargo, a pesar del impacto social de la Fundación Gates, no recibe tanta publicidad o crédito como el ex CEO de Apple. Del mismo modo, Steve Wozniak no es tan citado como su cofundador.

La prensa da el micrófono a los que hacen ruido.

Sin embargo, la mayoría de las historias de éxito son el resultado de la colaboración entre introvertidos y extrovertidos. Wozniak dice que nunca se habría convertido en un experto en informática si no hubiera sido demasiado introvertido para salir de casa cuando crecía.

Las personas tranquilas también tienen cosas que decir y, la mayoría de las veces, aportan más claridad y profundidad.

Las personas tranquilas tienen una voz fuerte

«No existe una persona introvertida o extrovertida pura. Una persona así estaría en el manicomio». – Carl Jung

Los términos introvertido y extrovertido fueron popularizados por Carl Jung a principios del siglo XX, aunque tanto la comprensión generalizada como el uso difieren de su intención original. La gente lo convirtió en un enfoque binario: eres uno o el otro.

Jung’ sugirió que todo el mundo tiene lados extrovertidos e introvertidos, siendo uno de ellos más dominante que el otro.

Libérate de la trampa de la etiqueta de extrovertido o introvertido.

El psicólogo suizo explicó cómo recargamos nuestro cerebro de forma diferente: los introvertidos pasando tiempo a solas; los extrovertidos con otras personas. Del mismo modo, Hans Eysenck propuso que cada tipo tiene diferentes niveles de excitación: sus mentes y cuerpos responden más a diferentes estímulos.

Según el psicólogo inglés, los extrovertidos tienen un menor índice de excitación. Necesitan esforzarse más para estimularse al mismo nivel que los introvertidos. Por eso las personas extrovertidas buscan retos atrevidos, nuevas experiencias y ansían la compañía.

Por el contrario, las personas calladas no necesitan a los demás para sentirse recargadas. Sus voces ya son fuertes, no necesitan hablar más alto. Además, estar a solas con sus pensamientos puede ser tan terapéutico como dormir.

Los introvertidos son activos cuando están callados.

Los introvertidos tienen mucho que decir pero también valoran el poder de estar callados. El silencio no es la ausencia de palabras, sino la presencia de concentración. Lo único que los introvertidos odian más que hablar de sí mismos es repetirse.

El silencio intencionado es algo hermoso

«Siempre hay música entre los árboles, pero nuestros corazones deben estar quietos para escucharla». – Minnie Aumonier

Estar en silencio es una elección, no un estado permanente.

El ruido mental puede destruir nuestra mente. El silencio es una especie en peligro de extinción que debemos cuidar. El ruido es tanto una distracción como un escapismo. El silencio es más que la ausencia de sonido: permite la presencia de todo lo demás.

Para los japoneses, el silencio es una forma esencial de comunicación no verbal: es un signo de respeto y distancia personal. Para los occidentales, el silencio significa que algo va mal. Ese es el mayor error que cometen los extrovertidos: asumen que, cuando la gente está callada, es porque tiene dudas, se siente sola o está sufriendo.

El silencio te da la libertad de ser tú mismo. Es una hermosa elección que puede reportar muchos beneficios:

  • Escuchas más a los demás. Escuchar es una parte esencial de cualquier conversación. Tenemos dos oídos y una boca, así que podemos escuchar el doble de lo que hablamos, como dijo Epicteto.
  • Evitas involucrarte en conversaciones enfermizas. La necesidad de hablar es una trampa fácil: todos nos convertimos en víctimas de nuestro deseo de aportar algo a la discusión. Cotillear, criticar y opinar sobre lo que desconocemos son claros ejemplos de hacer conversaciones innecesarias.
  • Te paras a observar la vida. Hablar demasiado mantiene nuestro cerebro ocupado. Como dice el proverbio japonés: «Para llenar una taza de té, primero hay que vaciarla». Cuando dejas de hablar, empiezas a prestar atención al mundo que te rodea.
  • Aprendes de los demás. En lugar de sacar conclusiones rápidas, puedes escuchar diferentes voces. No sólo aprendes de los demás, sino que también te ayuda a ponerte en su lugar. Comprender las diversas perspectivas es fundamental para evitar juzgar.
  • Puedes dedicar más tiempo a conocerte a ti mismo. El silencio permite que tu voz interior hable y se familiarice con tu interior. Conocerse a sí mismo es aceptarse. Sin embargo, demasiado autoexamen puede matarte, como explico aquí.

El silencio permanente tampoco es siempre correcto – la vida es un acto de equilibrio.

Las personas tranquilas necesitan más tiempo de seguridad

El miedo a ser ignorado, criticado o atacado por los demás impide que la gente comparta sus pensamientos sinceros.

Una investigación de Google descubrió que la Seguridad Psicológica puede hacer o deshacer un equipo. Las personas quieren sentirse seguras para expresar sus opiniones sin temor a ser juzgadas por los demás.

Esta noción se aplica a cualquier equipo: el trabajo, los deportes, los amigos y las relaciones familiares deben proporcionar un espacio seguro para que todos puedan hablar. Las personas calladas necesitan un tiempo seguro: déjales elegir cuándo hablar y respeta sus opiniones.

La práctica de la Seguridad Psicológica fomenta dos prácticas.

Toma de turnos de conversación:

Todos deben tener su turno para hablar – evita que una persona se apodere de la conversación. Las mujeres sienten que son interrumpidas con más frecuencia por los hombres. Lo mismo ocurre con los afroamericanos o los latinos: a veces ser una minoría te hace estar más callado. Fomente un espacio en el que la voz de todos no sólo pueda ser escuchada, sino también respetada.

Sensibilidad social:

Cualquier grupo -social o laboral- debe mejorar en la lectura de las señales no verbales. No todos los silencios son iguales. Entender los matices puede ayudarte a ajustar tu comportamiento. Una investigación realizada por Adam Grant ha revelado que los líderes introvertidos obtienen mejores resultados que los extrovertidos; son mucho más propensos a dejar que sus empleados lleven a cabo sus ideas. Por otro lado, los extrovertidos pueden entusiasmarse tanto que ponen su propio sello en las cosas, eclipsando las opiniones de los demás.

Acepta a las personas calladas tal y como son. Si te inclinas por ser extrovertido, no esperes que los demás se comporten como tú.

Cinco formas de escuchar para dar cabida a los introvertidos

Las personas tranquilas también necesitan espacio, al igual que las personas ruidosas. Estos ejercicios ayudarán a proporcionarlo.

Si tiendes a hablar demasiado, te ayudarán a valorar el silencio de los demás. Si te encuentras en el lado más silencioso del espectro, comparte los ejercicios con tus amigos y colegas.

La regla de no interrumpir

Es más difícil para las mujeres ganarse el reconocimiento por hacer una contribución valiosa que para los hombres. Lo mismo ocurre con las personas calladas. Deje espacio para que todo el mundo tenga su turno para compartir sus pensamientos y opiniones: todos deberían estar de acuerdo en respetar la práctica de una voz por vez.

Una regla de «no interrupción» en las reuniones o encuentros sociales ayuda a que se escuchen las voces de todos, no sólo las de las personas ruidosas.

Pida a los introvertidos que den su opinión por adelantado

A las personas silenciosas no les gusta dar su opinión sobre la marcha. Prefieren tomarse un tiempo para revisar la información antes de compartir sus opiniones. LinkedIn lanzó la red «Quiet Ambassador» para reconocer la voz de los introvertidos frente a la de los extrovertidos y enseñar a los líderes a sacar lo mejor de cada uno.

Las personas tranquilas reciben las notas de una reunión con antelación para que puedan prepararse y tener un punto de vista de antemano. Los introvertidos pueden compartir sus notas e ideas a un sitio web después de la reunión.

Utilizar el espacio físico de forma inteligente

Los humanos tendemos a movernos de un extremo a otro. En el caso del espacio de la oficina, saltamos de los espacios cerrados a los abiertos sin ningún equilibrio. Algunas actividades requieren colaboración entre grandes equipos, mientras que otras necesitan pequeñas interacciones sociales. Muchas exigen privacidad para reflexionar en silencio sobre temas concretos.

Los introvertidos no prosperan en un lugar de trabajo centrado en los extrovertidos. Cree espacios y experiencias tranquilas tanto para individuos como para equipos pequeños.

Recuperar el valor del silencio

No es necesario ser ruidoso para ser inteligente. El silencio añade ritmo e intencionalidad a tu vida. Cuando te paras, todo lo demás se hace visible. Anima a los que te rodean a experimentar lo que se siente al callar pero, sobre todo, a beneficiarse del silencio.

Prueba a no hablar durante un par de horas. Si tiendes a ser el primero en dar una opinión, oblígate a ser el último. No te limites a aguantar, sino a escuchar activamente a los demás. Presta atención. La mayoría de las veces, el silencio significa que tus ideas no aportan nada a lo que ya se ha dicho. Y eso está bien.

Deshazte del enfoque binario (Introvertidos frente a Extrovertidos)

Lo de introvertidos frente a extrovertidos no hace ningún favor a nadie. Elegir bandos nunca es bueno. Evita las etiquetas creando oportunidades de colaboración. Necesitamos tanto el silencio como el ruido.

Las organizaciones de todo tipo deben acoger y promover la colaboración entre los silenciosos y los ruidosos. Impedir que las reglas de los extrovertidos intimiden a los introvertidos porque eligen el silencio.

El silencio es un espacio. Utilícelo sabiamente; invite a que ocurra lo inesperado.

Cree una cultura de pertenencia en la que todos se sientan bienvenidos por lo que son, sin tener que complacer las expectativas de los demás.

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