Lee el Salmo 80:8-13
Una de las mayores tragedias de la vida es el desperdicio de oportunidades: no aprovechar al máximo lo que Dios nos ha dado. Vinimos a este mundo con ciertas habilidades, y cuando Dios nos salvó, nos dio dones y la gracia de ejercer esos dones para ayudar a otros, para construir nuestras propias vidas y para glorificar su nombre.
Por eso Dios nos hace pasar por ciertas experiencias. Asaf dijo: «Sacaste una vid de Egipto; echaste a las naciones, y la plantaste. Le preparaste un lugar, hiciste que echara raíces profundas y llenó la tierra» (vv. 8,9). Esa vid, por supuesto, era la nación de Israel. Dios liberó a Israel de Egipto y la plantó como una lujosa vid en la tierra de Canaán. Pero pronto tuvo que romper esa vid. Tuvo que disciplinar a su pueblo. La vid no estaba produciendo el fruto que Dios quería que produjera.
Dios nos bendice para que seamos una bendición. Plantó al pueblo de Israel en la tierra para que, con su vida y su testimonio, dieran fruto espiritual, dando a conocer a las naciones gentiles el Dios verdadero y vivo. Les dio la oportunidad de mostrar a las otras naciones lo que Él podía hacer por aquellos que confiaran en Él y le obedecieran. En lugar de eso, la vid se convirtió en una de las otras vides. Los israelitas se comprometieron y pecaron. Así que Dios tuvo que cortar su vid y disciplinar a su pueblo.
Recuerda, Dios te ha plantado donde estás para que seas una bendición. Él quiere que eches raíces profundas. Él quiere que dé ricos frutos. Y si usted recurre a su poder espiritual, Él le permitirá ser una bendición. Florece donde estás plantado y da fruto para la gloria de Dios y el enriquecimiento de otros.
Dios te ha bendecido con ciertas habilidades para que puedas invertirlas en otros y traerle gloria a Él. Al usar los talentos que Dios le ha dado, usted lo glorifica y bendice a otros. Aprovecha los recursos espirituales de Dios y deja que Él te use para enriquecer a otros.
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