Vulnerabilidad genética común entre el juego patológico y otros trastornos psiquiátricos
Tanto los estudios clínicos como los epidemiológicos muestran que existe una elevada tasa de co-ocurrencia de juego patológico y otros trastornos psiquiátricos (Lorains, Cowlishaw, & Thomas, 2011; Petry, Stinson, & Grant, 2005). El estudio más reciente muestra que las comorbilidades más comunes son con el alcohol y los trastornos por uso de sustancias (SUD), la dependencia de la nicotina y los trastornos del estado de ánimo y de ansiedad (Lorains et al., 2011). Se investigaron los factores genéticos que influyen en la comorbilidad entre el juego patológico y el juego patológico y la dependencia del alcohol (EA) en dos muestras de gemelos. En la muestra de EFP sólo de hombres, todos los niveles de juego patológico (de uno a tres y cuatro o más síntomas del DSM-III-R) y el propio diagnóstico de juego patológico se asociaron significativamente con la EA (Slutske et al., 2000). Además, este estudio informó de que los factores genéticos explican el 64% de la varianza en la comorbilidad entre el diagnóstico de juego patológico y la EA. Curiosamente, los factores genéticos explican el 75% de la varianza en la comorbilidad entre el juego patológico subclínico y la EA. En la muestra del Registro Australiano de Gemelos, Slutske et al. (2013) confirmaron que el juego patológico (incluyendo el juego patológico subclínico) comparte factores genéticos de vulnerabilidad con la EA (50-75%), presentando los varones una correlación genética significativamente mayor entre el juego patológico y la EA en comparación con las mujeres. Un segundo estudio en esta misma muestra también encontró que los factores genéticos y ambientales únicos influyen en la edad en que se bebe por primera vez y en la edad en que se juega por primera vez, con diferencias significativas entre hombres y mujeres (Richmond-Rakerd et al., 2014).
En resumen, estos resultados indican que la comorbilidad entre cualquier diagnóstico de juego patológico (juego patológico DSM-III-R y DSM-IV, juego patológico multiumbral) y EA está significativamente influenciada por factores genéticos. Este hallazgo corrobora la idea de que los trastornos adictivos tienen una vulnerabilidad genética subyacente común, al tiempo que indica que hay una parte de la varianza genética que puede ser específica de los distintos tipos de trastornos adictivos. Asimismo, los resultados de estos estudios ponen de relieve que distintos factores genéticos y ambientales pueden influir en la comorbilidad entre el juego patológico y el EA en hombres y mujeres.
Al igual que en el caso del EA, los estudios han mostrado una tasa de comorbilidad más alta de lo esperado entre el juego patológico y los trastornos de la personalidad, incluido el trastorno antisocial de la personalidad (Crockford & El-Guebaly, 1998; Petry et al., 2005). Los resultados de la muestra de EFP sugieren que, al igual que en el caso de la EA, la comorbilidad del juego patológico y el comportamiento antisocial también se debe a influencias genéticas compartidas (Slutske et al., 2001). Los autores concluyen que hay dos mecanismos principales que subyacen a la asociación de las conductas antisociales y el juego patológico «(1) durante la infancia, los factores de vulnerabilidad genética aumentan el riesgo de EC y, en consecuencia, el riesgo de conducta antisocial y de juego patológico en la edad adulta; y (2) la contribución de factores ambientales únicos compartidos por el juego patológico y la conducta antisocial en la edad adulta» (Slutske et al., 2001). El hecho de que, en este estudio, los jugadores patológicos presentaran una mayor tasa de conducta antisocial adulta en comparación con el trastorno de conducta sugiere que el juego patológico puede tener una influencia causal en el desarrollo de la conducta antisocial adulta.
Los estudios de comorbilidad han informado sistemáticamente de una alta tasa de trastorno depresivo mayor (TDM) en las muestras de juego patológico (Crockford & El-Guebaly, 1998; Lorains et al., 2011; Petry et al., 2005). En la muestra de EFP (Potenza et al., 2005), la co-ocurrencia de juego patológico y MDD se explica en su totalidad por factores genéticos, incluso cuando se tuvieron en cuenta las variables sociodemográficas y otros trastornos psiquiátricos. Cabe destacar el hecho de que, dado que esta muestra se evaluó utilizando los criterios del DSM-III-R, no se investigó el criterio 5 del DSM-IV («el juego como forma de escapar de los problemas o de aliviar un estado de ánimo disfórico»).
Blanco et al. (2012) también investigaron la asociación entre el juego patológico y la depresión. Utilizando un subconjunto de la muestra del TIPT (Kendler et al., 2009), encontraron que los síntomas del juego patológico estaban relacionados tanto con la depresión mayor como con el consumo de alcohol y cigarrillos. Los resultados indicaron una pequeña correlación genética entre los síntomas del juego patológico y la depresión mayor, mientras que se encontró una mayor correlación genética con el consumo de alcohol y cigarrillos y con la dependencia de la nicotina. Es importante señalar, sin embargo, que la gran mayoría de los individuos incluidos en el estudio presentaban juego patológico subclínico, lo que probablemente influyó en los resultados.
Los trastornos de ansiedad también son comúnmente comórbidos con el juego patológico (Lorains et al., 2011). La muestra de EFP también se utilizó para investigar si los trastornos de ansiedad y el juego patológico presentaban factores de vulnerabilidad genética compartidos. Giddens et al. (2011) encontraron que tanto los factores genéticos como los ambientales únicos contribuían al juego patológico, al trastorno de pánico y al trastorno de ansiedad generalizada. Sin embargo, la comorbilidad entre el juego patológico y el trastorno de ansiedad generalizada se explicaba principalmente por factores genéticos compartidos. De forma similar a los resultados de los estudios que investigan las contribuciones genéticas compartidas entre el juego patológico y la depresión, este estudio sugiere que los genes implicados en el estrés y la regulación emocional pueden estar involucrados en la etiología del juego patológico.
Es de destacar que el juego patológico proporcione de su riesgo genético tanto trastornos internalizantes como externalizantes (MDD y ansiedad, AD y conducta antisocial adulta, respectivamente), lo que apoya las teorías de que diferentes vías de vulnerabilidad conducen al desarrollo del juego patológico (Blaszczynski & Nower, 2002).
La posible influencia del trastorno de estrés postraumático y de los acontecimientos vitales traumáticos en general en el desarrollo del juego patológico también merece atención. Un estudio realizado en la muestra de EFP muestra que la gravedad del juego patológico (es decir, el número de síntomas de juego patológico) está directamente correlacionada con el número de acontecimientos vitales traumáticos y está influenciada por factores genéticos y ambientales compartidos (Scherrer et al., 2007). Entre los acontecimientos vitales traumáticos de la infancia, el abandono infantil presentó la asociación más fuerte con el juego patológico, mientras que en el caso de los acontecimientos traumáticos de los adultos, la violación tuvo la asociación más fuerte con el juego patológico.