¿Qué tienen en común un cuento alemán y un grave trastorno del sueño? Mucho, al parecer.
La maldición de Andino -o, más oficialmente, el síndrome de hipoventilación central- es un trastorno respiratorio a menudo mortal que se produce durante el sueño. Típicamente el trastorno es congénito, pero en algunos casos puede desarrollarse más tarde en la vida, especialmente cuando el paciente también ha tenido una lesión grave en el cerebro o en el tronco cerebral.
El síndrome obtuvo su nombre común de una antigua historia alemana, que fue popularizada por la novela de 1811 «Udine» y más tarde la obra de teatro de 1938 «Ondine». Según la leyenda, Ondine era una joven ninfa que se enamoró de un hombre mortal. Cuando descubrió que él le era infiel, se enfureció y le lanzó una maldición.
La maldición en sí varía de una versión a otra, pero todas giran en torno a la respiración de su marido. Mientras duerme, no puede respirar. Durante el resto de su vida, su marido nunca tiene la paz del sueño por miedo a morir.
El síndrome de la maldición de Ondine es muy similar. Los pacientes con la maldición son incapaces de mantener una respiración regular durante el sueño, y suele considerarse una forma genética y extrema de apnea del sueño. Los que padecen el síndrome hipoventilan, lo que provoca una escasez de oxígeno y una acumulación de dióxido de carbono en la sangre.
Los que lo padecen pueden ser tratados con respiradores. Se diagnostica pronto -a menudo en el útero-, lo que puede aumentar las posibilidades de supervivencia, pero debido a su gravedad, a menudo conduce a la muerte.
También es muy rara: el trastorno afecta a menos de 1.500 personas en todo el mundo, la mayoría de las cuales son niños. Si se detecta a tiempo y se trata, algunos pacientes han llegado a vivir hasta 55 años.
Aunque la mayoría no sobrevive a la maldición de Ondine, un adolescente inglés es una de esas personas que desafió las probabilidades. Liam Derbyshire, al que se le diagnosticó la maldición de Ondine cuando era un bebé, no debía vivir más de seis semanas. Pero Derbyshire, que nació en 1999, sigue vivo gracias a los cuidados que recibe las 24 horas del día y a un respirador en casa.