La ley divina comprende cualquier cuerpo de leyes que se percibe como derivado de una fuente trascendente, como la voluntad de Dios o de los dioses – en contraste con la ley hecha por el hombre o con la ley secular. Según Angelos Chaniotis y Rudolph F. Peters, las leyes divinas suelen percibirse como superiores a las leyes hechas por el hombre, a veces debido a la suposición de que su fuente tiene recursos más allá del conocimiento y la razón humanos. Los creyentes en las leyes divinas pueden concederles una mayor autoridad que a otras leyes, por ejemplo asumiendo que la ley divina no puede ser modificada por las autoridades humanas.
Según Chaniotis, las leyes divinas destacan por su aparente inflexibilidad. La introducción de la interpretación en la ley divina es una cuestión controvertida, ya que los creyentes conceden gran importancia a la adhesión a la ley con precisión. Los opositores a la aplicación de la ley divina suelen negar que ésta sea puramente divina y señalan las influencias humanas en la ley. Estos opositores caracterizan tales leyes como pertenecientes a una tradición cultural particular. Los partidarios de la ley divina, por otra parte, son a veces reacios a adaptar las inflexibles leyes divinas a los contextos culturales.
El cristianismo medieval asumió la existencia de tres tipos de leyes: la ley divina, la ley natural y la ley hecha por el hombre. Los teólogos han debatido sustancialmente el alcance de la ley natural, con la Ilustración fomentando un mayor uso de la razón y ampliando el alcance de la ley natural y marginando la ley divina en un proceso de secularización.Dado que la autoridad de la ley divina está enraizada en su fuente, los orígenes y la transmisión-historia de la ley divina son importantes.
A menudo surgen conflictos entre las concepciones seculares de la justicia o la moral y la ley divina.
La ley religiosa, como el derecho canónico, incluye tanto la ley divina como interpretaciones adicionales, extensiones lógicas y tradiciones.