Funeral es muy irregular, un paisaje de altos y bajos pronunciados. En realidad, alcanza su punto álgido al principio, en «Mahogany». En medio de un humeante sample de Eryn Allen Kane (producido por Mannie Fresh y Sarcastic Sounds), Wayne aprovecha su síndrome de la frase atropellada para trazar los muchos hilos asociativos que se escapan de la palabra «mahogany»: «Picaporte de caoba a juego con el panel del suelo/ Arena de caoba, sandalia Dior de caoba». La batalla por la peor canción del álbum es mucho más disputada. Está «Trust Nobody», hundida por un gancho banal y fuera de lugar de Adam Levine; «Get Out Of My Head», agriada por el gran pedante del rap XXXTentacion; «Sights and Silencers», una balada sorprendentemente floja de The-Dream que debería haber dado a Jeremih; y «Dreams», que suena como la audición de Wayne para una producción de instituto de un musical de Andrew Lloyd Webber. Funeral está plagado de fallos.
Funeral también está repleto de gestos clásicos de Wayne, como cuando grita a Sinead O’Connor, se refiere casualmente al condimento Heinz 57 y prepara un juego de palabras inspirado en Eric Snow, el ex jugador de la NBA cuya carrera poco destacada alcanzó su punto álgido en 2003. Se trata de la quintaesencia de los momentos deliciosamente aleatorios por los que los fans de Wayne han vivido desde sus días de Drought 3. Mientras que aquella versión de Wayne moderaba su estilo referencial y de flujo de conciencia con un ritmo magistral y un momento cómico, demasiadas canciones de Funeral -como «Darkside», «Wayne’s World», «Mama Mia» y la canción que da título al disco- se convierten en vómitos de palabras, como si intentara escupir versos enteros en un solo suspiro. La simple eliminación de las ocho peores canciones del álbum habría enmarcado a Wayne menos como una manguera rebelde y más como un virtuoso del rap loco, que es lo que es.
El anterior álbum de Lil Wayne, Tha Carter V, también era demasiado largo, pero al menos estaba anclado por un suave trasfondo familiar. Aparte de algunos momentos, como «Bastard (Satan’s Kid)», que trata de la negligente crianza del padre de Wayne, Funeral está emocionalmente a la deriva. A medida que Wayne se adentra en una nueva década -su cuarta como rapero profesional- es difícil saber dónde tiene la cabeza, de dónde viene o hacia dónde va.