Si la disección de los sapos en la clase de biología te dio escalofríos, probablemente sea mejor mirar hacia otro lado ahora. Pero si estás entre los no tan débiles de corazón, nos acercamos a uno de los animales más mortíferos del mundo para descubrir lo que su veneno hace a un corazón que late.
La medusa caja (género Cubuzoa) se ha ganado una gran reputación: hasta Will Smith ha sentido su ira. Pero, en contra de la creencia popular, una picadura de este invertebrado fantasmal no siempre es una sentencia de muerte. En 2011, la famosa nadadora Diana Nyad fue picada no por una, sino por un banco entero de jaleas de caja, una experiencia que ella compara con la de ser sumergida en aceite caliente y prendida fuego.
Cada uno de los tentáculos de la jalea contiene unas 5.000 células urticantes, que se disparan en la carne en cuestión de milisegundos, liberando un potente veneno que provoca desde inflamación hasta aceleración del ritmo cardíaco, dificultad para respirar, dolor de espalda, hemorragias cerebrales y, oh, el síndrome de Irukandji, un desencadenante de ansiedad que le dice a tu cerebro que está a punto de morir.
Puede parecer horripilante, pero experimentos como el realizado en este sapo muerto neurológicamente nos ayudarán a entender mejor cómo el veneno de la medusa caja afecta a diferentes partes del cuerpo, para que podamos aprender a responder en caso de emergencia.
En la naturaleza, el aguijón se utiliza para algo más que la defensa contra las artes oscuras … er, los depredadores. A diferencia de muchas medusas, las cerca de 50 especies de medusas caja son cazadoras activas y pueden lanzar su veneno con precisión, algo que les ha ayudado a permanecer durante seiscientos millones de años.
Sus campanas contienen 24 ojos sensibles a la luz, lo que permite a las medusas ver lo que viene, incluso si ese algo es ajeno al peligro que acecha.
Imagen de cabecera superior: Guido Gautsch