El artículo de Broadbent et al.1 sobre el flúor y el CI tiene dos graves puntos débiles.
En primer lugar, la cuestión no es si la fluoración del agua de la comunidad (CWF) reduce el CI, sino si la ingesta total de flúor reduce o no el CI. Broadbent et al. reconocen que la CWF representa probablemente menos del 50% de la ingesta total de flúor. Su estudio no determinó la exposición total al flúor, ni controló simultáneamente las tres fuentes de ingesta de flúor: CWF, suplementos de flúor y pasta de dientes con flúor.
Es probable que los participantes de la Cohorte de Dunedin tuvieran un rango muy estrecho de exposición total al flúor. Esto limitaría gravemente la potencia estadística del estudio. Y lo que es más importante, sus 99 participantes que no tenían CWF eran precisamente los participantes con mayor probabilidad de haber tomado suplementos de flúor. Guha-Chowdhury et al. descubrieron que los niños del área de Dunedin sin CWF que tomaban suplementos de flúor recibían más flúor total que los niños con CWF.2
Calculamos la ingesta total de flúor para los participantes de la Cohorte de Dunedin con CWF y sin CWF utilizando datos disponibles públicamente (disponibles como suplemento de nuestro artículo en http://www.ajph.org). Calculamos que los niños de la CWF durante su vida tenían una ingesta media de fluoruro total de 0,7 miligramos al día, mientras que los no CWF tenían una media de 0,5 miligramos al día. Esta pequeña diferencia puede explicar por qué Broadbent et al. no encontrarían una diferencia estadísticamente significativa en el CI, incluso si hubieran evaluado la ingesta total de flúor.
En segundo lugar, aunque Broadbent et al. criticaron estudios anteriores por no controlar 15 posibles factores de confusión, su estudio no controló 11 de ellos, incluyendo factores importantes con datos disponibles. Esto es problemático porque la población del estudio que no era de CWF procedía principalmente de un único «suburbio satélite»: Mosgiel, Nueva Zelanda.3,4 Esta ciudad utilizaba agua subterránea, mientras que la mayor parte de la población del estudio CWF tenía agua de superficie. El agua de Mosgiel era una de las más corrosivas de Nueva Zelanda y disolvía altos niveles de cobre de las cañerías y potencialmente también de plomo.5 La media de plomo en sangre medida en la cohorte de Dunedin fue de 11,1 μg/dl (SD ±4,91), suficiente para causar una pérdida de cuatro puntos de CI, pero no se tuvo en cuenta en el estudio de Broadbent et al.6,7 El agua de Mosgiel también presentaba altos niveles naturales de manganeso, otra presunta neurotoxina.8,9
También se dispone de datos sobre el CI de las madres y sobre el carácter rural frente al urbano de la Cohorte de Dunedin, pero el estudio no los controló. Mosgiel es más rural que la zona fluorada, lo que podría dar lugar a un coeficiente intelectual más bajo en sus niños y sus madres.10
Todos estos factores de confusión podrían desviar los resultados de un efecto del flúor en la disminución del coeficiente intelectual.
Los factores de confusión y la falta de contraste en la exposición total al flúor pueden explicar por qué no se encontraron diferencias en el coeficiente intelectual.