Diagnóstico
El diagnóstico antemortem de la PIF sigue siendo un reto y es la combinación de la señalización, los signos clínicos y las ayudas diagnósticas lo que ayudará al clínico a obtener un diagnóstico. A medida que aumenta el índice de sospecha de PIF, el clínico debe incluir pruebas diagnósticas que ayuden a orientar hacia un diagnóstico más concluyente. Es necesario valorar las limitaciones de cada una de las pruebas diagnósticas junto con la sensibilidad y especificidad de la prueba diagnóstica seleccionada.
Las anomalías del recuento sanguíneo (celular) completo (CBC) y del perfil bioquímico sérico de los gatos infectados con PIF incluyen anemia normocítica, normocrómica y no regenerativa; leucocitosis neutrofílica con linfopenia; eosinopenia y monocitosis; hipoalbuminemia e hiperglobulinemia con disminución de la relación albúmina/globulina (A:G); y aumento de las concentraciones de α2-, β- y γ-globulina (16). El análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR) se caracteriza por una elevación de las proteínas de más de 2 g/L y una leucocitosis (> 100 células/μL) formada predominantemente por neutrófilos (2), o linfocitos (15). Se ha encontrado una diferencia estadística significativa entre los recuentos de leucocitos en el LCR en grupos de control de gatos sin PIF, gatos con enfermedad del SNC sin PIF, y gatos con PIF que no afecta al SNC (3). En el mismo estudio, 2 de 10 gatos con PIF en el SNC tenían recuentos normales de leucocitos en el LCR. La concentración de proteínas en el LCR sólo estaba elevada en los gatos con enfermedades del SNC (gatos diagnosticados con PIF y sin PIF), pero no había diferencias estadísticamente significativas entre estos 2 grupos (3).
La peritonitis infecciosa felina sólo puede detectarse en gatos que han sido infectados con FeCV, pero demostrar su presencia no proporciona un diagnóstico de PIF. La determinación de la presencia de anticuerpos anticoronavirus en el LCR y el suero también puede utilizarse como herramienta de diagnóstico, aunque la presencia de anticuerpos simplemente demuestra que el animal ha estado expuesto a un coronavirus. Como tal, la presencia de anticuerpos anticoronavirus debe interpretarse con precaución y debe considerarse a la luz de la señalización, la historia clínica, los signos clínicos y los resultados de otras pruebas de diagnóstico. En un estudio prospectivo de 67 gatos, la detección de IgG anticoronavirus en LCR tuvo una sensibilidad del 60% y una especificidad del 90%. La mitad de los gatos que fueron diagnosticados como positivos eran realmente positivos; mientras que el 93% de los gatos que dieron negativo fueron diagnosticados correctamente. Estos valores varían según la prevalencia de la enfermedad y la selección de los casos analizados. Cuando sólo se consideraron los gatos con enfermedad del SNC, el 75% de los gatos que resultaron positivos eran realmente positivos y el 87% de los gatos que resultaron negativos fueron diagnosticados correctamente (3). Esto indica que la selección adecuada de los casos aumenta el valor de las pruebas de diagnóstico. También se detectó IgG anticoronavirus en el líquido cefalorraquídeo sólo en gatos con títulos séricos altos (rango: 1:4096 a 1:16384) (3).
Se han utilizado imágenes avanzadas, incluyendo la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética (RM), para confirmar la localización neuroanatómica de la enfermedad y descartar otras enfermedades que afectan al SNC. A pesar de la falta de disponibilidad de imágenes avanzadas en la práctica general, su uso sigue siendo una alternativa válida cuando se requieren pruebas adicionales para ayudar a obtener un diagnóstico antemortem. En un estudio que evaluaba la RMN en enfermedades inflamatorias del SNC, sólo 4 de 8 gatos con PIF tenían anomalías en la evaluación por RMN. Se observó dilatación ventricular y realce ependimario tras la inyección de gadolinio en 3 de los 8 gatos con PIF (17). En otro estudio, se observó dilatación ventricular en 3 de 4 gatos y realce de contraste periventricular en los 3 gatos en los que se administró realce (15). A pesar del pequeño número de casos, parece que el análisis del LCR puede ser más sensible en la detección de lesiones inflamatorias del SNC, pero la RM puede añadir información importante para ayudar a distinguir a los gatos con neoplasia o enfermedad inflamatoria y posiblemente diferenciar entre diferentes condiciones inflamatorias (17).
El diagnóstico definitivo de la PIF requiere el examen de los tejidos afectados, en particular el piogranuloma que resulta de fenómenos inmunomediados secundarios a la infección por coronavirus de los macrófagos (1). Las lesiones del sistema nervioso central incluyen una inflamación pogranulomatosa localizada alrededor de los ventrículos laterales o las meninges, el plexo coroideo, con o sin evidencia de vasculitis o hidrocefalia (3,9). La inflamación perivascular con linfocitos, células plasmáticas, macrófagos y neutrófilos y la arteritis necrotizante están presentes (11). Se han reconocido las dificultades para distinguir la infección por PIF de otras infecciones víricas del sistema nervioso central. En un estudio de 286 gatos con enfermedad neurológica, 8 gatos fueron reclasificados como afectados por PIF a partir de un diagnóstico original de meningoencefalitis viral. Por otro lado, 1 gato que originalmente se creía que tenía PIF fue reclasificado posteriormente a una infección vírica de naturaleza menos específica (9). El diagnóstico postmortem se ve facilitado por la tinción con anticuerpos monoclonales de la PIF del tejido afectado y la reacción en cadena de la polimerasa específica para el coronavirus (15).