Los ataques de calambres o temblores pueden ser muy molestos. La persona afectada puede perder repentinamente el control de partes o de todo su cuerpo. A veces estos temblores o calambres pueden hacer que la persona caiga al suelo e incluso pierda el conocimiento.
Los síntomas pueden variar. A veces aparecen juntos, en otros casos pueden ocurrir de forma aislada. Los ataques pueden durar segundos o incluso minutos antes de remitir, a menudo cuando la persona comienza a moverse.
Numerosas causas
La deshidratación, o la falta de líquidos, suele ser una posible causa. El cuerpo humano se compone de aproximadamente un 70% de agua, y el cerebro de hasta un 90%. El agua proporciona a nuestras células nutrientes y oxígeno, al tiempo que elimina los residuos a través de los riñones.
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Si una persona no bebe suficiente agua, suda profusamente o pierde líquidos a través de los vómitos o la diarrea, se altera el equilibrio de líquidos del cuerpo. Si los líquidos no se reponen rápidamente, la sangre se espesa y todo el cuerpo entra en estado de alarma, por lo que comienza a sufrir calambres o temblores.
El riesgo de deshidratación es especialmente alto entre los niños o las personas mayores. Como la sensación de sed disminuye a medida que envejecemos, las personas mayores simplemente no se dan cuenta de que les falta líquido. La hipoglucemia, o el bajo nivel de azúcar en la sangre, también puede provocar calambres.
Por ejemplo, un individuo que ha forzado su cuerpo, sufre dolor, está agotado o bebe demasiada cafeína puede sufrir violentos temblores, un fenómeno conocido como temblor fisiológico. Cuando el cuerpo está frío, los músculos comienzan a temblar para crear calor y evitar que el individuo entre en hipotermia. Por eso nos estremecemos en cuanto nuestra temperatura corporal desciende por debajo de los 35 grados Celsius (95 grados Fahrenheit).
Un posible signo de enfermedad grave
Pero las causas de los calambres o temblores también pueden estar relacionadas con la enfermedad. A menudo estos ataques son un síntoma de epilepsia. Pero también pueden estar causados por alteraciones circulatorias o por daños en el cerebro o en la membrana cerebral.
Los ataques epilépticos son «no provocados», lo que significa que no tienen una causa evidente, y son recurrentes. Pueden estar causados, en parte, por enfermedades cerebrales, derrames cerebrales o tumores, un fenómeno conocido como epilepsia sintomática.
Los ataques de calambres no epilépticos se producen cuando el cerebro está irritado, por ejemplo, por un medicamento, una infección o la fiebre.
Temblores en reposo o en movimiento
El momento en que se producen estos temblores también es clave, es decir, si se producen si la persona está quieta o en movimiento. Si los temblores alteran las habilidades motrices de una persona, haciendo que se balancee o camine de forma inusualmente amplia, podría ser un indicio de daño cerebral.
Sin embargo, a veces los temblores se producen cuando una persona está en reposo, lo que hace que no pueda tensar ciertos músculos para mantenerlos quietos. La forma más común de estos temblores en reposo es la enfermedad de Parkinson.
Más comunes aún, son los llamados temblores esenciales. Se trata de trastornos neurológicos motores probablemente hereditarios que aparecen entre los 20 y los 60 años y que empeoran con el tiempo. Los síntomas de los temblores esenciales se observan más fácilmente cuando un individuo se ve obligado a mantener una posición corporal estresante durante un largo período de tiempo, o cuando se quiere realizar un movimiento específico. Los síntomas suelen afectar a las manos o los brazos, y a veces a la cabeza e incluso a la voz.
Diagnóstico exhaustivo en lugar de remoto
Los ejercicios de relajación pueden ayudar a menudo a una persona a evitar los calambres, ya que el estrés y la tensión pueden empeorar los temblores. También hay que evitar el alcohol y la cafeína. Sin embargo, si una persona sufre temblores relacionados con la enfermedad, puede ser un signo de una enfermedad más grave.
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En última instancia, sólo los diagnósticos exhaustivos, como la resonancia magnética (MRI), la tomografía computarizada (CT) o la electroencefalografía (EEG) pueden aportar claridad. Los diagnósticos a distancia rara vez proporcionan respuestas.