Estás sentado con las piernas cruzadas en el suelo jugando con tu hijo o acurrucado en el sofá viendo un vídeo. Pero cuando intentas ponerte de pie, no puedes dar un paso: tu pie se ha «dormido». Así que salta sobre una pierna, con la esperanza de librarse de la sensación de pinchazo en la otra.
¿QUÉ CAUSA esos pinchazos? El Dr. Robert Daroff, profesor de neurología de la Universidad Case Western Reserve de Cleveland, explica que cuando se ejerce una presión sostenida sobre una parte de la pierna, o cualquier extremidad distal, suele ocurrir una de estas dos cosas. En algunos casos, las arterias pueden comprimirse, haciendo que no puedan suministrar a los tejidos locales y a las células nerviosas los nutrientes (principalmente oxígeno y glucosa) que necesitan para funcionar correctamente.
Otras veces, las vías nerviosas pueden bloquearse, impidiendo la transmisión normal de los impulsos electroquímicos al cerebro. Algunos de los nervios, hambrientos o pellizcados o ambos, dejan de disparar mientras que otros disparan de forma hiperactiva. Esto hace que se envíen señales contradictorias al cerebro, donde se interpretan como sensaciones de quemazón, pinchazos u hormigueo. Son estas sensaciones, conocidas médicamente como parestesia, las que le alertan para que mueva el pie.
Cuando lo hace, se libera la presión sobre las arterias y los nervios. A medida que la sangre rica en nutrientes vuelve a fluir en la zona y las células nerviosas comienzan a disparar con mayor regularidad, la sensación de «pinchazos» suele intensificarse hasta que las neuronas restablecen su transmisión normal de impulsos electroquímicos.
Es cierto que se trata de un proceso incómodo, pero en realidad es beneficioso. Si no sintiéramos molestias, no ajustaríamos nuestra posición… y podría producirse un daño. Según Daroff, «pueden producirse daños permanentes si se restringe el flujo sanguíneo y se comprimen los nervios durante muchas horas».
De hecho, la «parálisis del sábado por la noche» es un nombre dado a una condición que resulta de lesiones permanentes incurridas cuando alguien se ha desmayado en una posición incómoda y está durmiendo demasiado profundamente para responder a las señales del cuerpo para moverse.
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