Cualquiera que me conozca sabe que intento llevar una vida minimalista. Pero eso no significa que no tenga cosas. Mi familia de cuatro personas todavía tiene tres camas, un sofá, dos sillones reclinables, una mesa con ocho sillas, un escritorio, platos, cuencos, vasos y abrigos. Mis hijos usan juguetes, libros y artículos deportivos. Mi mujer cose. Yo leo, hago deporte y cuido la casa.
Puede que busquemos vivir una vida minimalista, pero seguimos siendo consumidores. De hecho, vivir es consumir. Está en la propia naturaleza de la vida.
Sí, sigo consumiendo bienes materiales, pero he trabajado duro para escapar del consumismo excesivo. Y hay una gran diferencia.
El consumismo se vuelve excesivo cuando se extiende más allá de lo necesario.
Piensa en ello: el crédito personal nos permite hacer compras por encima de nuestro nivel de ingresos; los anuncios publicitarios reconfiguran nuestros deseos en torno a las posesiones materiales; nuestra cultura del consumo hace que la acumulación codiciosa parezca natural; y los tamaños de las casas y las unidades de almacenamiento, cada vez más grandes, eliminan los límites físicos normales. Nada de esto es necesario. O útil.
El consumo excesivo conduce a casas más grandes, coches más caros, ropa más moderna, tecnología más sofisticada y cajones repletos. Promete la felicidad… pero nunca la cumple.
Sólo da lugar a un deseo de más, y lentamente comienza a robarnos la vida. Redirige nuestras pasiones dadas por Dios a cosas que nunca pueden cumplir al mismo tiempo que quema nuestros recursos limitados.
Es hora de escapar de los efectos viciosos de nuestra propia adquisición innecesaria.
Diez razones para
Considere esta lista de beneficios prácticos de escapar del consumismo excesivo en su vida:
1. Menos deudas
Apenas la mitad de los estadounidenses son incapaces de pagar el saldo mensual de sus tarjetas de crédito, que arrastran de un mes a otro. De media, el saldo mensual arrastrado es de 6.929 dólares por hogar, lo que supone un total de 420.000 millones de dólares en deudas de consumo.
Esta deuda provoca estrés en nuestras vidas y puede obligarnos a realizar trabajos que no nos gustan. Nos hemos buscado la vida en los grandes almacenes y hemos apostado nuestro futuro en las promesas vacías de sus anuncios. Hemos perdido.
2. Menos tiempo cuidando de las posesiones
La interminable necesidad de cuidar de las cosas que poseemos drena nuestro tiempo y energía. Ya sea que estemos manteniendo propiedades, arreglando vehículos, reemplazando bienes o limpiando cosas hechas de plástico, metal o vidrio, nuestra vida está siendo emocional y físicamente drenada por el cuidado de cosas que no necesitamos. Sin duda, nuestras vidas son demasiado valiosas como para desperdiciarlas cuidando el exceso de posesiones.
3. Menos deseo de elevar las normas de estilo de vida
La televisión e Internet han traído la envidia del estilo de vida a nuestras vidas a un nivel nunca antes experimentado en la historia de la humanidad. Antes de la llegada de la era digital, nos quedábamos envidiando a los Jones que vivían a nuestro lado, pero al menos teníamos algunas cosas en común con ellos (como vivir en el mismo barrio). Pero los medios de comunicación actuales, especialmente Instagram y otros tipos de redes sociales, han hecho que envidiemos (y esperemos) estilos de vida muy por encima de nuestros ingresos.
Solo un rechazo intencionado del consumismo excesivo puede acallar la llamada a elevar constantemente las normas de estilo de vida.
4. Menos impacto medioambiental
Nuestra tierra produce suficientes recursos para satisfacer todas nuestras necesidades, pero no produce suficientes recursos para satisfacer todos nuestros deseos. Y tanto si te consideras ecologista como si no, es difícil discutir el hecho de que consumir más recursos de los que la tierra puede reponer no es una tendencia saludable, especialmente cuando es completamente innecesario.
5. Menos necesidad de seguir la evolución de las tendencias
Henry David Thoreau dijo una vez: «Cada generación se ríe de las viejas modas, pero sigue religiosamente las nuevas». Recientemente, me ha sorprendido la sabiduría y la aplicabilidad práctica de ese pensamiento, ya sea en relación con la moda, la decoración o el diseño.
Una cultura construida sobre el consumo debe producir un objetivo siempre cambiante para mantener a sus participantes gastando dinero. Y nuestra cultura casi ha perfeccionado esa práctica. Cada año (o incluso cada temporada), se lanza una nueva línea de moda como la tendencia más novedosa e imprescindible. La única manera de mantenerse al día es comprar los últimos productos cuando salen al mercado.
Por supuesto, otra opción es apartarse por completo de la búsqueda. Recomiendo esta opción.
6. Menos presión para impresionar con posesiones materiales
El científico social Thorstein Veblen acuñó la frase consumo conspicuo para describir el gasto fastuoso en bienes y servicios adquiridos principalmente con el propósito de mostrar ingresos o riqueza. En su libro de 1899, The Theory of the Leisure Class, este término describe el comportamiento de una clase social limitada. Y aunque este comportamiento ha existido desde el principio de los tiempos, la cultura crediticia actual ha permitido que impregne a casi todas las clases sociales de la sociedad actual. Como resultado, ningún ser humano está exento de su tentación.
7. Más generosidad
Rechazar el consumismo excesivo siempre libera energía, tiempo y finanzas. Esos recursos pueden entonces volver a alinearse con los valores más profundos de nuestro corazón. Cuando empezamos a rechazar la tentación de gastar nuestros limitados recursos en nosotros mismos, nuestros corazones se abren a la alegría y la satisfacción que se encuentran al dar nuestros recursos personales a los demás. La generosidad encuentra espacio para emerger en nuestra vida (y en nuestras chequeras).
8. Más satisfacción
Muchas personas creen que si encuentran (o logran) satisfacción en sus vidas, su deseo de consumo excesivo disminuirá. Pero yo he descubierto lo contrario. He descubierto que el rechazo intencional del consumo excesivo abre la puerta para que el contentamiento eche raíces.
Cuando comencé a perseguir el minimalismo y empecé a poseer intencionalmente menos, descubrí un mayor contentamiento que nunca antes. Una vez que dejé de querer todas las cosas que no tenía, pude apreciar mejor las bendiciones que ya tenía.
9. Mayor capacidad para ver a través de las afirmaciones vacías
La satisfacción no está a la venta en los grandes almacenes locales. Tampoco la felicidad. Nunca lo han estado y nunca lo estarán.
Todos sabemos que esto es cierto. Sabemos que más cosas no nos harán más felices. Es sólo que nos hemos creído el mensaje de millones y millones de anuncios que nos han dicho lo contrario.
10. Mayor comprensión de que este mundo no es sólo material
La verdadera vida se encuentra en las cosas invisibles de la vida: el amor, la esperanza y la fe. Sabemos que hay cosas en este mundo más importantes que lo que poseemos. Pero si uno investigara nuestras acciones, intenciones y recibos, ¿llegará a la misma conclusión? ¿O hemos estado demasiado ocupados buscando la felicidad en todos los lugares equivocados?
Diez ejemplos de cómo
Escapar del consumo excesivo no es una batalla fácil. Si lo fuera, la gente lo lograría más a menudo. Pero definitivamente es una batalla que vale la pena librar.
Aquí hay algunas maneras de empezar a hacer cambios en su vida y en su familia:
1. Deténgase y reevalúe.
Mire la vida que ha creado. ¿Está encontrando tiempo, dinero y energía para las cosas más importantes? ¿Se han convertido tus posesiones en una carga de algún modo?
Tranquilízate lo suficiente como para evaluar honestamente todo el panorama: tus ingresos, tu hipoteca, el pago de tu coche, tus hábitos de gasto, tus actividades cotidianas. ¿Eres feliz? ¿O está experimentando algunos de los efectos negativos del exceso de consumismo?
2. Deje de copiar a otras personas.
Sólo porque sus vecinos, compañeros de clase y amigos persigan un determinado estilo de vida no significa que usted tenga que hacerlo también. Tu vida es demasiado importante para vivir como los demás. Y si crees que serás más feliz siguiendo todas las últimas tendencias de la sociedad, te equivocas. Sólo tienes que preguntar a cualquiera que haya dejado de hacerlo.
3. Comprende tus debilidades.
Reconoce tus puntos de activación. ¿Hay ciertas tiendas que le incitan a hacer compras innecesarias? ¿Hay productos, adicciones o patrones de precios (como las liquidaciones) que evocan una respuesta automática en usted? ¿Existen emociones específicas (tristeza, soledad, pena o aburrimiento, quizás) que dan lugar a un consumo sin sentido? Identifique, reconozca y comprenda estos puntos débiles.
4. Profundice en sus motivaciones.
Los anunciantes juegan con nuestras motivaciones apelando a nuestros deseos de forma sutil. No comunican hechos sobre un producto; buscan despertar emociones. Prometen aventura, reputación, estima, alegría, satisfacción y sexo.
¿Qué motivaciones internas guían subconscientemente sus compras? ¿Qué motivaciones malsanas necesita desarraigar? ¿Y qué motivaciones (como el sentido y el significado) necesita satisfacer en otro lugar?
5. Busca contribuir con tu vida y ser útil en tus compras.
Somos más que consumidores; somos contribuyentes. Nuestra presencia en esta tierra debe aportar valor a las personas que nos rodean.
Compra sólo lo que necesites para cumplir más eficazmente tu papel único en este mundo. Todo lo demás es una distracción.
6. Cuente el coste oculto de cada compra.
Demasiado a menudo, cuando compramos un artículo, sólo miramos el precio de la etiqueta. Pero éste no suele ser el coste total. Nuestras compras siempre cuestan más. Requieren tiempo, energía y concentración (limpiar, organizar, mantener, arreglar, reemplazar, eliminar). También provocan preocupación, estrés y apego.
Henry David Thoreau, citado anteriormente, también dijo lo siguiente: «El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que cambias por ella».
7. Pon a prueba tus límites.
Experimenta con un reto de no comprar. Pasa 30 días sin compras de consumo, 60 días sin visitar el centro comercial o 120 días sin comprar ropa. Tú estableces el reto concreto en función de tus necesidades. Romperás el ciclo de compras a corto plazo y sentarás las bases para una mayor victoria a largo plazo.
8. Regala más cosas.
Tu vida se sentirá más ligera. Tu corazón se sentirá más cálido. El mundo será mejor. Y te recordarás que comprar no es la solución.
9. Haz más de lo que te hace feliz.
Tus posesiones no te están haciendo feliz. Así que encuentra lo que te hace feliz cada día y haz más de ello. Yo encuentro mi felicidad en mi fe, mi familia, mis amigos y mi contribución al mundo que me rodea. Tu lista puede diferir ligeramente. Pero hacer más de lo que te hace feliz y menos de lo que te distrae de ello es siempre una ecuación ganadora.
Comienza hoy
Es hora de replantearnos nuestros hábitos de gasto, redescubrir la consideración y la intencionalidad en nuestras compras, y recordarnos a nosotros mismos que la felicidad no está en venta en los grandes almacenes.