¿Por qué tomarse la molestia de hervir los fideos, escurrirlos en un colador, enjuagarlos bajo el agua fría, escurrirlos de nuevo y luego saltearlos? Claro que a veces me gusta complicarme innecesariamente las cosas, pero este no es uno de esos casos. En su lugar, buscaba una base de fideos crujiente, que mantuviera su integridad incluso después de verter los aderezos y una salsa fuerte por encima.
La primera vez que encontré este estupendo método fue hace tres años con los fideos fritos al estilo de Hong Kong. En esa receta, aconsejaba dorar los fideos en un wok, lo que sonaba muy bien hasta que mi primera tanda de fideos se pegó al metal y se negó a soltarse. Podría haber echado más aceite, pero decidí refugiarme en los cómodos brazos de mi sartén antiadherente. Fue una gran jugada.
No hice mucho a la salsa salada. Pero sí cambié completamente los ingredientes, eligiendo una mezcla de guisantes verdes brillantes, zanahorias crujientes y gambas gordas. Pero antes de ponerlos en la sartén, añadí un montón de ajo y jengibre picados, lo que hizo que el plato fuera mucho más fragante y vivo de lo que había imaginado.