La temporada 1966-67 resultaría ser no sólo el ecuador de la carrera de Chamberlain, sino también el punto culminante. Como dijo una vez Oscar Robertson, cuando un periodista del Philadelphia Daily News le preguntó si Chamberlain era el mejor jugador de todos los tiempos: «Los números no mienten», y esto era igualmente cierto al evaluar el relativo declive que marcó los últimos años de Chamberlain. Es cierto que su promedio de 20,7 puntos por partido durante el período 1967-74 era uno por el que la mayoría de los jugadores de la NBA matarían, pero era sólo un poco más de la mitad de su récord de 1959-67 de 39,4 puntos por partido, una marca que sólo Michael Jordan ha logrado igualar.
Se han ofrecido diversas razones para el declive relativo de Chamberlain. La edad y los efectos del estilo de vida (incluyendo todos esos encuentros amorosos de los que presumía) eran posibilidades obvias, así como el desarrollo de mejores defensas por parte de los equipos contrarios. Chamberlain, por otra parte, sostenía que sus entrenadores -en una inversión de los patrones que se remontaban a sus años de instituto- no querían que tirara tanto. El hecho es que, aunque Chamberlain lo hacía bien, a los equipos en los que jugaba no les solía ir tan bien en las finales. Durante esa temporada ganadora de 1966-67, en cambio, el entrenador Alex Hannum le instruyó para que pasara más y tirara menos, una estrategia que obviamente funcionó.
Chamberlain asumió su nuevo papel, más orientado al equipo, con presteza, liderando la NBA en asistencias durante la temporada 1967-68. Traspasado a Los Ángeles Lakers en 1968, llevó a su equipo a las finales en cuatro ocasiones, y en 1972 ganó su segundo y último campeonato en cinco partidos contra los Knicks. En sus últimos años en la NBA, Chamberlain se distinguió como jugador de equipo junto a jugadores como el escolta Jerry West y otros, y en 1971-72 los Lakers superaron el récord establecido por Chamberlain y los 76ers en 1966-67, con un récord de temporada de 69-13.