Una parte clave de la revolución del transporte fue la construcción generalizada de carreteras y autopistas. En 1811 se inició la construcción de la Cumberland Road, una carretera nacional que proporcionó a miles de personas una ruta desde Maryland hasta Illinois. El gobierno federal financió esta importante arteria hacia el Oeste, iniciando la creación de una infraestructura de transporte en beneficio de colonos y agricultores. Otras entidades construyeron turnpikes, que (como hoy) cobraban tasas por su uso. El estado de Nueva York, por ejemplo, constituyó compañías de autopistas que aumentaron drásticamente los kilómetros de carreteras estatales, pasando de mil en 1810 a cuatro mil en 1820. Nueva York fue pionera en la construcción de autopistas.
La manía de los canales se extendió por Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX. Los promotores sabían que estos ríos artificiales podían ahorrar a los viajeros inmensas cantidades de tiempo y dinero. Incluso las vías navegables cortas, como el canal de dos millas y media que rodeaba los rápidos del río Ohio, cerca de Louisville (Kentucky), demostraron ser un gran avance, en este caso abriendo una ruta fluvial desde Pittsburgh a Nueva Orleans. El ejemplo más destacado fue el Canal de Erie, que unía el río Hudson, y por tanto la ciudad de Nueva York y la costa atlántica, con los Grandes Lagos y el valle del río Misisipi.
Aunque el Canal de Erie se utilizaba principalmente para el comercio, en Pittsford on the Erie Canal (1837), George Harvey lo retrata en un entorno pastoral y natural. ¿Por qué cree que el pintor decidió retratar el canal de esta manera?
Con su ubicación central, su gran puerto y su acceso al interior a través del río Hudson, la ciudad de Nueva York ya tenía la mayor parte del comercio. Sin embargo, a los comerciantes de la ciudad les preocupaba perder terreno frente a sus competidores de Filadelfia y Baltimore. Su búsqueda de ventajas comerciales les llevó a soñar con la creación de una autopista fluvial que conectara el río Hudson de la ciudad con el lago Erie y los mercados del Oeste. El resultado fue el Canal de Erie. Fletado en 1817 por el estado de Nueva York, el canal tardó siete años en completarse. Cuando se inauguró en 1825, disminuyó drásticamente el coste del transporte marítimo y redujo el tiempo de viaje al Oeste. Pronto se transportaron mercancías por valor de 15 millones de dólares (más de 200 millones de dólares en moneda actual) a través de la vía fluvial de 363 millas cada año.
El éxito del Canal de Erie condujo a otros proyectos similares. El Canal de Wabash y Erie, inaugurado a principios de la década de 1840, se extendía a lo largo de 450 millas, lo que lo convertía en el canal más largo de Norteamérica. Los canales contribuyeron enormemente a la sensación de progreso del país. De hecho, parecían ser el siguiente paso lógico en el proceso de transformación de la naturaleza en civilización.
Al igual que los proyectos de carreteras como la Cumberland Road, muchos canales fueron patrocinados por el gobierno federal, especialmente durante la presidencia de John Quincy Adams a finales de la década de 1820. Adams, junto con el secretario de Estado Henry Clay, defendió lo que se conocía como el Sistema Americano, parte del cual incluía planes para una amplia gama de mejoras en el transporte interno. Adams apoyó la creación de carreteras y canales para facilitar el comercio y desarrollar mercados para la agricultura, así como para avanzar en la colonización del Oeste.