¿El resultado? Acoso, violencia, alta ansiedad, bajo rendimiento y menor productividad. Roundicons
¿Cuándo se enfadó todo el mundo? No sé tú, pero yo cada día veo más ansiedad, ira y agresividad en mis interacciones. Si crees que esta preocupante dinámica va en aumento, estás en lo cierto: Un cuarenta por ciento más de personas reportaron altos niveles de ansiedad el año pasado, además de un salto del 36 por ciento en 2017.
La ira y los comportamientos asociados se están disparando también en el lugar de trabajo. El 62% de los trabajadores afirman haber sufrido el impacto de la incivilidad en el trabajo al menos una vez al mes, y el 75% de los empleados dicen haberse visto afectados por el acoso escolar: dos millones de trabajadores estadounidenses al año afirman haber sido víctimas de la violencia en el lugar de trabajo.
El columnista del New York Times David Brooks sugirió recientemente a los historiadores que definieran nuestra era por el miedo omnipresente en la política, los medios de comunicación y la sociedad. Brooks concluía: «El miedo llega por la noche. Pero al final hay que levantarse por la mañana, salir de la cama y hacer cosas».
La gente lleva sus sentimientos de miedo al trabajo, donde la indignación y el tribalismo de la vida cotidiana se ven agravados por la incertidumbre y el estrés de la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad. ¿Cómo puede alguien que ya está preocupado por ser sustituido por un algoritmo afrontar la jornada laboral con optimismo? ¿Cómo puede manejar el estrés «ordinario»? Es tentador refugiarse en nuestros rincones de enfado y gruñir al mundo, como hacemos en Twitter.
Como líderes, ¿cómo podemos romper las garras de las fuerzas tóxicas para poder hacer las cosas?
No eres tú, es la evolución
Un juicio injusto o un comentario sarcástico desencadena respuestas autonómicas en nuestros cerebros que evolucionaron hace años, estimulando las reacciones de lucha, huida o congelación que una vez fueron necesarias para la supervivencia. Sin embargo, la mente subconsciente no puede distinguir entre amenazas reales o imaginarias, y cuando suprimimos nuestra reacción (por etiqueta o por miedo), el sistema nervioso autónomo sigue enviando esa señal de peligro. El resultado es la ansiedad -el miedo a la amenaza futura-, que genera tensión, pensamientos preocupados y respuestas físicas como el aumento de la presión arterial. No siempre es lógico, pero es una realidad fisiológica.
Sigamos la cadena de reacciones a través de dos pasos más:
La ansiedad no resuelta conduce a la ira: la reacción emocional ante alguien o algo que crees que te ha hecho daño deliberadamente. La ira surge de la frustración o como reacción a comportamientos como la incivilidad y el acoso. Y la ira, a su vez, provoca la agresión de una forma u otra. La agresión reactiva es la expresión conductual de la ira. Busca dañar a los demás. La ira y la agresividad reprimidas pueden conducir a la depresión o incluso a las enfermedades cardíacas.
El fracaso, los malos resultados de la empresa e incluso los cambios extremos en los procesos del lugar de trabajo pueden poner en marcha el ciclo. La cadena tóxica de miedo, ansiedad, ira y agresividad en nuestros lugares de trabajo está acabando con la productividad porque nos deja psicológica e incluso físicamente agotados.
Romper la cadena tóxica
Es imposible desterrar el estrés por completo del lugar de trabajo. Podemos dotar a las personas de las habilidades emocionales y conductuales necesarias para interrumpir el ciclo del estrés y recuperarse con la formación en resiliencia. Cuando los individuos aprenden a ser resilientes, pueden mantener la productividad incluso cuando son golpeados por personas o eventos negativos.
La investigación de MeQuilibrium descubrió que entre los empleados que han desarrollado fuertes habilidades de resiliencia, el 96 por ciento de las personas fueron capaces de inocularse de la ansiedad clínicamente significativa. ¿Cómo lo hacen? Para evitar que sus cerebros entren en modo de reacción a la amenaza, aprendieron a estar presentes en la situación, a reconocer las emociones a medida que surgen y a desactivar el estrés. Se frustran menos y se enfadan menos que sus compañeros cuando las cosas van mal. Son mejores para disipar fácilmente los pensamientos negativos y más capaces de mantener sus emociones y comportamientos bajo control. Con 90 días de entrenamiento en resiliencia, las personas son capaces de reducir su sensación de preocupación en un 52 por ciento.
Como líderes, es importante sentar las bases modelando la resiliencia nosotros mismos y dando a nuestros equipos las herramientas para ser más resilientes. Las siguientes cuatro habilidades pueden tener un gran impacto en cualquier entorno:
- Hacer del trabajo una zona segura: Un lugar de trabajo seguro es solidario, permite cometer errores, fomenta la buena comunicación y, en general, nos hace sentir seguros de pertenecer a nuestro trabajo. Al igual que la seguridad física, la seguridad psicológica es una cuestión local: es tarea de cada directivo fomentar la seguridad en su equipo. Eso no significa que no haya conflictos, sino que los conflictos se reconozcan y se traten de forma que la gente se sienta segura.
- Interrumpir las reacciones en cadena con inteligencia emocional: Cuando nos detenemos a reconocer nuestras emociones (o las de los colegas), ponemos la cadena tóxica en espera, creando tiempo para una solución bien pensada.
- Cambiar a una mentalidad de curiosidad: Cuando cambiamos nuestra actitud hacia un problema y nos volvemos curiosos sobre el problema y las posibles soluciones, trasladamos la actividad neurológica de la respuesta primitiva al estrés de la amígdala al lóbulo frontal, donde las funciones ejecutivas nos permiten considerar el asunto de maneras totalmente diferentes. Además, esta actividad cerebral nos recompensa con una mayor creatividad y placer.
- Aprender el idioma: Las palabras importan, y no se trata sólo de lo que se dice, sino de cómo se dice. Aprende palabras y lenguaje corporal que disminuyan las amenazas. Últimamente estamos viendo progresos en esta área, ya que las voces, desde los esfuerzos por la diversidad hasta el #MeToo, están ganando una amplia aceptación.
En conjunto, estas cuatro técnicas incorporan habilidades de resiliencia fundamentales y son estrategias para navegar por situaciones desafiantes en el lugar de trabajo.
El miedo y la ansiedad están en aumento, y aunque deberíamos buscar soluciones a esto a un nivel social amplio, mientras tanto tenemos trabajo que hacer. Fomentar la resiliencia no sólo prepara a los empleados para adaptarse y gestionar el estrés, sino que los equipa para manejar los desafíos con agilidad y una mentalidad de crecimiento.
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