El desamor es algo que nadie quiere experimentar. El dolor físico y emocional. Parece como si todos esos recuerdos que tenías con esa persona especial fueran sólo un sueño. O incluso sólo un mito. Todo lo que creías que estaba en buenas manos se rompe en mil pedazos. Llanto. Hambre. Privación de sueño. Pensar en los «y si». Esto nos pasa a todos los que hemos pasado por una ruptura en un momento u otro, queramos admitirlo o no. Creamos visiones sobre lo que podríamos haber hecho y deberíamos haber hecho, pero en realidad… a veces es demasiado tarde.
Hace poco más de un año, experimenté lo que sentí que era el fin del mundo. Lloraba todos los días, no podía comer ni dormir, y me obsesionaba con cada pequeño detalle que destrozaba la relación. Me odié durante semanas preguntándome por qué no podía ser yo quien hiciera feliz a esa persona. Pensé en todos los errores que cometí y en lo que debería haber hecho para que esta ruptura no se produjera.
Pensando en ello, fue una tontería. Si alguien no quiere formar parte de tu vida, esa es SU pérdida, no la tuya. En los tiempos posteriores a la ruptura, me senté en mi habitación y pensé durante incontables horas, algunas de las cuales fueron buenas realizaciones, y otras pensando en el pasado. Intentando racionalizar algo que estaba roto y que nunca podría arreglarse.
Al final, me di cuenta de que esto es la vida. La vida apesta a veces y la mierda sucede. El mundo parece ir contra nosotros en los momentos más inverosímiles, y nos golpea. Nos golpea más fuerte que cualquier otro dolor mental o físico que podamos soportar. Pero, ¿por qué? ¿Por qué tuve que sufrir esta ruptura mientras este chico con el que salí durante dos años y medio pudo salir con otra persona poco después de la ruptura? Quería decirme a mí misma que salir con esta persona durante dos años y medio era una pérdida de tiempo, pero no lo era. Sabía que tenía que distanciarme de esta persona porque, por mucho que quisiera recuperar la relación, no había manera. Borré todas las fotos de mi teléfono y guardé todas las pequeñas cosas que me recordaban a él. Lo más difícil fue eliminarlo de todas las redes sociales. Verlo en una nueva relación dolía mucho, y sabía que si continuaba siguiéndolo en Facebook o Instagram me sería más difícil seguir adelante.
Si no fuera por esta relación, no habría tenido tiempo para pensar realmente. Para pensar qué es lo que necesito en una relación, y qué necesito para mí. Todo el mundo habla del amor propio, y creo que es algo de lo que nunca se puede hablar demasiado. Nos centramos demasiado en hacer felices a los demás, pero a veces nos olvidamos de cuidarnos a nosotros mismos.
Me quedé con esa idea de que todo pasa por una razón; por muy tópica que sea esa cita, es muy cierta. Lloré durante lo que me pareció una eternidad (dos meses, sí, qué dramático), pero al final esos sentimientos de desamor se convirtieron poco a poco en una lección de vida. La gente entra en tu vida por buenas razones. Nunca te arrepientas de lo que una vez tuviste con alguien, porque en un momento determinado de tu vida, esa persona era especial, y tú eras especial para ella. La vida sigue, y en ese momento, yo no encajaba en su vida y él tampoco en la mía.
Un año después, me alegra decir que he llenado mi vida de nada más que felicidad. Pasé tiempo siendo más activa y mejorándome a mí misma, ya sea haciendo más ejercicio o pasando tiempo con mis seres queridos. Experimentamos el desamor, sufrimos y finalmente seguimos adelante porque, bueno… así es la vida. Si estaba destinado a ser, encontrará el camino de vuelta.
Para aquellos que sufren un desamor ahora… Sé que duele, pero mejorará. Os lo prometo. Céntrate en ti y en superarte.