Alguna vez te has escuchado decir cosas como:
«¿Por qué no puede ver lo irracional que está siendo?»
«¿Por qué no me dice exactamente lo que quiere?»
«No tiene ni idea de lo hiriente que está siendo, ¿cómo puede hacerme eso?»
«¡Por qué no puede amarme como yo creo que debería amarme!»
Estas declaraciones son muy buenos indicadores de que estás cometiendo un error común que muchos hombres cometen.
Ella no es tu igual.
Y al esperar que ella sea tu igual te estás preparando para la miseria.
El error de esperar «igualdad»
Aclaremos una preocupación obvia. No estoy hablando de igualdad.
No hay absolutamente ningún debate sobre la igualdad de dos personas en la tierra.
Me refiero a la igualdad como la noción de igualdad. Aunque es evidente que somos iguales, NO somos iguales.
Al igual que Alison Armstrong intenta enseñar a las mujeres que «los hombres no son sólo mujeres peludas»… yo intento enseñar a los hombres que las mujeres no son sólo hombres con tetas.
Y no son sólo las diferencias de género las que están en juego.
Explico a mis clientes cómo cada una de las experiencias vitales que ha tenido como niña y mujer ha creado una perspectiva nada parecida a la nuestra. Su experiencia personal en cada etapa de su crecimiento es diferente. Su programación parental, social y de la sociedad es diferente.
Aunque somos iguales no somos iguales en la forma de procesar los hechos, los pensamientos o las emociones.
El único enfoque lógico en una relación con ella es elegir comprenderla.
Pero en lugar de eso, cometemos el error de intentar competir con ella o arreglar su programación «defectuosa»
Cuando trabajo con un hombre frustrado que no puede conectar con una mujer, normalmente le encuentro intentando comprender el problema desde una perspectiva estrecha: la suya. Trata de pasar todo lo que ella dice o hace por su filtro de cómo debería funcionar la gente.
Cree que ella «debería» ser diferente. Ella «debería» ver las cosas a su manera. Ella «debería» reaccionar de cierta manera.
Y a nadie le gusta que le digan «debería».
Empieza la espiral descendente
Aquí está el gran problema que viene a continuación.
Cuando tratamos de responsabilizar a otra persona por ser algo que no es se alejará de nosotros.
La presión directa o implícita del juicio, la expectativa y la decepción es demasiado para soportar. La única dirección en la que pueden moverse es LEJOS.
Esto nos parece distanciamiento, frialdad, ira, resentimiento, desapego y falta de respeto.
La emoción más devastadora que sentimos es el rechazo, que en realidad se registra como dolor físico.
Nada bueno sucede a partir de aquí.
Luego vienen nuestros sentimientos de vergüenza, desesperación, ira y resentimiento. Respondemos con críticas, desprecio, actitud defensiva y evasivas: los cuatro jinetes del Apocalipsis de Gottman.
Creo que ya sabes cómo sigue el resto de la historia. No muy bien.
La solución
La solución es primero darse cuenta de lo que estás haciendo y por qué.
El siguiente paso es elegir cambiar tu perspectiva. Ella no es igual que tú y nunca lo será.
Si sigues imponiendo tus reglas sobre cómo debe ver el mundo, cómo debe pensar y cómo debe sentir sólo crearás más distancia y peligro emocional.
Necesitas alcanzar un estado de seguridad emocional, confianza e independencia que te permita desprenderte de la necesidad de tener la razón. El instinto competitivo de defender tus sentimientos y «ganar» cada desacuerdo proviene de una mentalidad adolescente, del miedo.
Es prácticamente imposible que el hombre logre la madurez emocional necesaria, la claridad intelectual y el arrojo espiritual que necesita desde una mentalidad adolescente. Sean Stephenson, un hombre de un metro de altura, me enseñó 3 palabras que forman la base de una masculinidad saludable.
Estas palabras son: CALMA, DELIBERADO y AGRADECIDO.
Cuando un hombre decide hacer el trabajo para convertirse en un hombre naturalmente calmado, instintivamente deliberado y complacido con lo que es… nada lo perturba mucho.
Ve el conflicto como una oportunidad. Las diferencias con las mujeres se convierten en curiosidades. Los desencadenantes emocionales se convierten en una señal de algo nuevo que aprender.
Aprende a aceptar a los demás por lo que son sin necesidad de cambiarlos o ganar una discusión. Tiene muy claro lo que valora y lo que espera de sí mismo y para sí mismo.
Es como un nuevo sistema operativo.
No es algo zen.
Es simplemente convertirse en el hombre que quiere ser.
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Foto: Amor&Sexo/Flickr