Solía pensar en mí mismo como una persona perezosa. Esta imagen negativa de mí mismo empezó en el instituto, pero duró hasta mis veinte años.
No era una creencia totalmente infundada. Por aquel entonces, hacía muchas cosas que parecían pereza. Aplazaba los deberes y los proyectos, e incluso cuando los empezaba, sólo trabajaba en ellos un rato cada vez. Dormía mucho y odiaba salir de la cama. También solía quedarme en mi dormitorio (y posteriormente en los apartamentos) todo el día, excepto cuando tenía que ir a clase.
Sin embargo, algunos años no fueron tan malos. Algunos años trabajé duro, tuve una gran vida social, e incluso tuve una variedad de pasatiempos.
Durante los años malos, siempre me estaba pateando por ser «perezoso». Me preguntaba qué me pasaba que no podía volver a mi alter-ego productivo.
No me di cuenta hasta finales de los veinte años de que mi principal problema no era realmente la pereza: estaba experimentando los síntomas de mi depresión (más tarde exacerbada por un problema de alcoholismo). Aunque ya me habían diagnosticado depresión en el instituto, nunca había sumado dos y dos hasta que un nuevo terapeuta me lo explicó.
Un síntoma muy común de la depresión (y de otros problemas mentales) es la falta de motivación para realizar muchas actividades en la vida. No todas las personas con depresión tienen esto, pero muchas sí.
Desgraciadamente, en la superficie, este síntoma se parece mucho a la pereza. Se manifiesta de muchas de las mismas maneras, como posponer el trabajo escolar y evitar la vida social.
En aquellos años en los que me costaba empezar a hacer los deberes, o incluso salir de mi habitación, es probable que mi depresión jugara un papel más importante en mi vida de lo que me daba cuenta.
En retrospectiva, también creo que la depresión hizo que mi aparente «pereza» se sintiera peor de lo que realmente era. Tenía tendencia a centrarme en los aspectos negativos de mi vida y a ignorar los positivos. Incluso cuando estaba menos motivada, me las arreglaba para que me fuera bien en la escuela. Puede que trabajara más de lo que me daba cuenta, pero sólo me centraba en los momentos en los que procrastinaba.
¿Por qué es importante?
¿Estoy intentando crear excusas para mi mal comportamiento? Si los síntomas son los mismos, ¿por qué importa si son causados por la depresión o la pereza?
Importa porque cambia la forma de enfocar la mejora de mi falta de motivación. Cuando pensaba que la pereza era la culpable, intenté leer todo tipo de libros de autoayuda y páginas web que prometían superar la pereza. Nunca funcionaron.
Cuando tu falta de motivación está causada por la depresión, puedes probar todos los trucos de productividad del mundo y aun así no lo arreglarán.
Una vez que descubrí hasta qué punto mi falta de motivación estaba ligada a mi depresión, pude empezar a mejorarla de maneras más eficaces. He utilizado la terapia para abordar las causas fundamentales de mi depresión, y la terapia cognitivo-conductual para trabajar en mi motivación. Todavía no soy perfecta, pero me han ayudado enormemente.