Todos hemos padecido, mientras hacemos ejercicio o incluso estando sentados, más de algún doloroso calambre.
Las razones pueden ser múltiples y muchas veces suceden en momentos inesperados.
Pero para comprender mejor las maneras de evitar pasar por ese incómodo momento, te contamos un poco sobre qué son.
Los calambres musculares son contracciones o espasmos súbitos, involuntarios en uno o más músculos. Generalmente ocurren después del ejercicio o por la noche y duran desde algunos segundos hasta varios minutos. Es un problema muscular muy común, describe MedlinePlus, el sitio oficial de la Biblioteca de salud de Estados Unidos.
¡No más calambres musculares!
Una de las causas más comunes es el mal funcionamiento de algunos nervios. Algunas veces, este mal desempeño se debe a un problema de salud, tales como una lesión de la médula espinal o a un nervio pinzado en el cuello o la espalda.
Otros motivos son: distensiones o exceso de uso de un músculo, deshidratación, falta de minerales en la dieta o desgaste de minerales en el cuerpo e insuficiente llegada de sangre a los músculos.
Aunque suene un poco desvinculado, la alimentación que tengas está profundamente relacionada con padecer calambres.
La falta de los minerales potasio, calcio y magnesio puede provocar que sufras con frecuencia de estas contracciones.
Pero esto lo puedes resolver y prevenir si incluyes en tu alimentación diaria naranjas, almendras, brócoli, vegetales de hoja verde, leche de soya o toda la gama de productos derivados de la leche. Todos estos contienen altos niveles de calcio.
Además, son ricos en magnesio las nueces, los cereales integrales, el cacao, las judías, las algas y la harina de soya.
La hidratación es de lo más importante, tanto si llevas una vida en la que pasas muchas horas sentado o si eres un activo deportista.
Es bastante frecuente que los calambres ocurran por la llegada insuficiente de sangre a un músculo, que sucede cuando mantienes las piernas cruzadas por mucho tiempo y sin moverlas, o cuando te sientas sobre una de ellas.
«Algunos espasmos ocurren debido a que el nervio que se conecta a un músculo está irritado. Un ejemplo es una hernia discal que irrita los nervios raquídeos y causa dolor y espasmo en los músculos de la espalda. En la pantorrilla ocurren comúnmente al patear durante la natación o al correr. También se pueden presentar en la noche mientras se está en la cama. En la parte superior de la pierna son más comunes con actividades como correr o saltar. En el cuello (columna cervical) puede ser un signo de estrés», detalla MedlinePlus.
En el momento que ocurra lo mejor que debes hacer es estirarte y dar un masaje suave sobre el músculo.
Otras causas pueden ser acumulación de ácido láctico (frecuente en los deportistas), movimientos bruscos, repentinos o fuertes con los músculos en frío, contacto con agua helada de forma rápida, alcoholismo, sobrepeso, exceso en el consumo de ciertos medicamentos, insuficiencia renal y fatiga muscular.
Si la causa del espasmo es la irritación de un nervio, como en la espalda, una resonancia magnética puede servir para diagnosticarlo.
«En el caso de un calambre estomacal, aparece porque la sangre se va directa a esa zona para poder hacer la digestión. Si en vez de quedarnos tranquilos empezamos a andar de aquí para allá, hacemos deporte o nos metemos en la piscina, el estómago se resentirá y, como consecuencia, causará esos espasmos», apunta Mejor con salud.
Entonces, ¿qué debes hacer cuando sientas uno? En un principio, el calor ayuda a relajar el músculo, aunque la aplicación de hielo puede servir después del primer espasmo y cuando el dolor haya disminuido.
«Si el músculo aún sigue dolorido después de aplicar calor y hielo, se pueden usar medicamentos antiinflamatorios no esteroides para ayudar con el dolor. En casos más graves, un médico puede prescribir medicamentos antiespasmódicos», recomienda MedlinePlus.