Por cada pollo preparado con su receta, Harland «Coronel» Sanders obtuvo cinco centavos. No es una mala idea. Para convencer a los cocineros de que su método era realmente el mejor del mercado, viajó por Estados Unidos dejando que lo probaran ellos mismos. Sus primeros contratos de franquicia fueron acuerdos de apretón de manos. Y le hicieron muy rico, muy rápidamente.
El fundador de la compañía, el coronel Harland Sanders / Imagen: KFC
Pero empecemos por el principio, ¿vale? En 1930, a los 40 años, el empresario empezó a preparar pollo para los clientes en su gasolinera de Corbin. Al principio, lo cocinaba todo al lado, en su propio apartamento. Sin embargo, a medida que aumentaba la demanda, amplió su gasolinera para convertirla en un motel y un restaurante con capacidad para 142 comensales. Pasó los siguientes nueve años perfeccionando su técnica culinaria y su mezcla de condimentos. La receta final tenía once hierbas y especias, y supuestamente la empresa sigue utilizando la misma mezcla hoy en día. La receta exacta de Sanders es uno de los secretos mejor guardados de KFC, por supuesto, pero sí sabemos una cosa: Sanders utilizaba una vaporera, lo que acortaba considerablemente el tiempo de cocción en comparación con la preparación del pollo en una sartén.
El autocomercialización lo es todo
Hay más de 21.000 puntos de venta de KFC en más de 130 países / Imagen: KFC
En 1935, el gobernador de Kentucky concedió a Sanders el título no oficial de «Coronel de Kentucky». Como parte de su singular estrategia de autocomercialización, empezó a referirse a sí mismo como ColonelSanders y a vestir de blanco para reforzar su imagen de «típico caballero sureño». Después de eso, todo lo que necesitaba era su sonrisa amistosa, y la cara de Kentucky Fried Chicken había nacido. En 1952, armado con su receta secreta y un traje de lino blanco, el Coronel abrió su primera franquicia de restaurantes en Salt Lake City, que todavía sigue abierta. Su concepto de venta itinerante y su destreza en el marketing resultaron ser una combinación ganadora, y Sanders pronto estuvo al frente de una de las mayores cadenas de comida rápida del mundo. Ganó su primer millón a los 65 años. Tras retirarse de la cocina en 1964 y vender la empresa a un grupo inversor por dos millones de euros, continuó trabajando como representante público de la empresa; a lo largo de los años 50, 60 y 70, su rostro y su actitud relajada aparecieron en numerosos anuncios de KFC. Sanders acuñó el eslogan «Finger-lickin’ good» (para chuparse los dedos) como testimonio personal de la calidad de los productos. Dato curioso: Sanders no se contenía cuando veía algo que no le gustaba, por ejemplo, si la comida de uno de los restaurantes no estaba a la altura. En 1975, KFC llegó a demandarlo, exigiéndole que dejara de hacer ciertos comentarios negativos, pero la demanda fue desestimada.
Sin embargo, parece que el empresario se arrepintió un poco después de vender la empresa: más tarde compró su sede original en Shelbyville para sí mismo y abrió el restaurante Claudia Sanders’s Dinner House -llamado así por su segunda esposa- en el local. Sanders murió de leucemia a los 90 años y fue enterrado en Louisville, con su característico traje blanco y corbata negra. Después de todo, ya se sabe lo que dicen sobre no cambiar nunca un equipo ganador.