El concepto de coste-eficacia se aplica a la planificación y gestión de muchos tipos de actividad organizada. Se utiliza ampliamente en muchos aspectos de la vida. En la adquisición de tanques militares, por ejemplo, se comparan los diseños de la competencia no sólo por el precio de compra, sino también por factores como su radio de acción, velocidad máxima, cadencia de fuego, protección del blindaje y calibre y penetración del blindaje de sus cañones. Si el rendimiento de un carro de combate en estas áreas es igual o incluso ligeramente inferior al de su competidor, pero es sustancialmente menos costoso y más fácil de producir, los planificadores militares pueden elegirlo como más rentable que el competidor.
A la inversa, si la diferencia de precio es casi nula, pero el competidor más costoso podría transmitir una enorme ventaja en el campo de batalla gracias a la munición especial, el control de fuego por radar y el telémetro láser, lo que le permitiría destruir los carros de combate enemigos con precisión a distancias extremas, los planificadores militares pueden elegirlo en su lugar, basándose en el mismo principio de rentabilidad.
En farmacoeconomíaEditar
En el contexto de la farmacoeconomía, la rentabilidad de una intervención terapéutica o preventiva es la relación entre el coste de la intervención y una medida relevante de su efecto. El coste se refiere al recurso gastado para la intervención, normalmente medido en términos monetarios como dólares o libras. La medida de los efectos depende de la intervención considerada. Algunos ejemplos son el número de personas curadas de una enfermedad, la reducción de mm Hg en la presión arterial diastólica y el número de días sin síntomas que experimenta un paciente. La selección de la medida de efecto apropiada debe basarse en el juicio clínico en el contexto de la intervención que se está considerando.
Un caso especial de ACE es el análisis de coste-utilidad, en el que los efectos se miden en términos de años de salud plena vividos, utilizando una medida como los años de vida ajustados por calidad o los años de vida ajustados por discapacidad. La relación coste-eficacia suele expresarse en forma de ratio coste-eficacia incremental (RCEI), que es la relación entre el cambio en los costes y el cambio en los efectos. En el sitio web del Registro de Análisis de Coste-Efectividad hay una recopilación completa de análisis de coste-utilidad en la literatura médica y de salud pública revisada por expertos.
Un estudio de 1995 sobre la rentabilidad de más de 500 intervenciones para salvar vidas descubrió que la media de la rentabilidad era de 42.000 dólares por año de vida salvado. Una revisión sistemática de 2006 descubrió que los estudios financiados por la industria solían concluir con ratios de coste-eficacia inferiores a 20.000 dólares por AVAC y que los estudios de baja calidad y los realizados fuera de Estados Unidos y la UE tenían menos probabilidades de estar por debajo de este umbral. Aunque las dos conclusiones de este artículo pueden indicar que las mediciones de ICER financiadas por la industria son de menor calidad metodológica que las publicadas por fuentes ajenas a la industria, también existe la posibilidad de que, debido a la naturaleza de los trabajos retrospectivos u otros no públicos, exista un sesgo de publicación más que de metodología. Puede haber un incentivo para que una organización no desarrolle o publique un análisis que no demuestre el valor de su producto. Además, los artículos de las revistas revisadas por pares deben tener una metodología sólida y defendible, ya que eso es lo que se espera del proceso de revisión por pares.
En las inversiones en eficiencia energéticaEditar
La CEA se ha aplicado a las inversiones en eficiencia energética en edificios para calcular el valor de la energía ahorrada en $/kWh. La energía en dicho cálculo es virtual en el sentido de que nunca se consumió, sino que se ahorró gracias a alguna inversión en eficiencia energética realizada. Estos ahorros se denominan a veces «negawatts». La ventaja del enfoque CEA en los sistemas energéticos es que evita la necesidad de adivinar los precios futuros de la energía a efectos del cálculo, eliminando así la principal fuente de incertidumbre en la valoración de las inversiones en eficiencia energética.