En la película biográfica sobre Freddie Mercury, «Bohemian Rhapsody», hay una escena en la que un miembro de la familia riñe al cantante:
—¿Así que ahora nuestro apellido no es lo suficientemente bueno para ti?
—Me lo he cambiado legalmente —responde Mercury—. No hay vuelta atrás.
Puede que a algunos les sorprenda que el nombre original del cantante de «Queen» fuera Farrokh Bulsara. Freddie provenía de una familia parsi que tenía sus raíces en la India y practicaba el zoroastrismo.
En las clases que imparto en la Universidad de Florida sobre las religiones del mundo hablamos sobre el zoroastrismo.
Huyendo de la persecución religiosa de los musulmanes en Persia, en algún momento entre los siglos VII y X, los zoroastrianos se establecieron en la India, donde empezaron a llamarse parsis.
Al igual que Freddie Mercury, se esforzaron por integrarse en su nuevo entorno. Sin embargo, también se mantuvieron fieles a los valores, creencias y prácticas de su religión, la cual, según muchos académicos, influyó en el cristianismo, el islam y el judaísmo.
¿Precursor del cristianismo?
El zoroastrismo es una de las religiones más antiguas del mundo, tanto que podría remontarse hasta el año 1200 a. C.
Se considera que Zaratustra, un profeta que vivió en el Irán de aquel tiempo, fue el fundador del zoroastrismo.
No se sabe con seguridad cuándo vivió Zaratustra, aunque algunos dicen que fue alrededor del 1200 a. C. Se cree que compuso los Gathas, los himnos que constituyen una parte significativa del Yasna, que son los textos litúrgicos de los zoroastrianos.
Según la tradición zoroástrica, Ahura Mazda es la deidad suprema y el creador. Él representa todo lo que es bueno. De este modo, esta religión es uno de los ejemplos más antiguos de monoteísmo, la creencia en un solo dios.
Los principios fundamentales de esta fe se centran en la oposición entre Ahura Mazda y las fuerzas del mal, representadas por Angra Mainyu, el espíritu de la destrucción, la maldad y el caos. Este espíritu maligno crea una serpiente llamada Azi Dahaka, un símbolo del inframundo, bastante similar a las serpientes bíblicas de las tradiciones judeocristianas.
En esta batalla cósmica se aprecia la tensión entre asha, que se traduce como verdad, rectitud, justicia o lo bueno, y druj o engaño.
La verdad se representa con la luz y los parsis siempre rezan frente a una fuente de luz. El fuego, el sol y la luna simbolizan esta luz espiritual.
De hecho, los académicos se han dado cuenta de lo mucho que ha influido históricamente el zoroastrismo en conceptos del judaísmo, el cristianismo y el islam, ya sea el monoteísmo, la dualidad del bien y el mal, o la figura de Satanás.
Hoy en día, el zoroastrismo tiene un pequeño pero devoto número de seguidores, aunque ha ido disminuyendo.
En 2004, se estimó que había entre 128.000 y 190.000 zoroastrianos en el mundo y que 18.000 vivían en Estados Unidos.
Como azúcar en la leche
El Qissa e Sanjan, que se traduce como La historia de Sanjan se escribió alrededor del siglo XVII. Describe cómo, muchos siglos atrás, los zoroastrianos que huían de la persecución religiosa de las invasiones musulmanas en Persia, su patria, se dirigían a Gujarat, al oeste de la India.
Una vez allí, hablan con el rey local, al que ellos llaman Jadi Rana. Acepta darles tierras si adoptan la vestimenta local, el idioma y algunas de sus costumbres. Sin embargo, nunca se cuestiona la fe. Siguen practicando su religión y a Jadi Rana le parece perfecto que estos recién llegados recen como les plazca.
La historia parsi tiene dos versiones de lo que ocurrió.
En una, cuando los refugiados zoroastrianos llegaron a Gujarat, el rey les envió un frasco rebosante de leche. Esta fue su manera de indicarles que su reino estaba lleno y no había espacio para más personas. En respuesta, los recién llegados añadieron una cucharada de azúcar y se lo devolvieron al rey. En otras palabras, no solo prometieron integrarse con la población local, sino también mejorar el lugar con su presencia.
En la otra versión de la historia, los recién llegados meten un anillo de oro en el recipiente para mostrar que conservarán su identidad y su cultura, pero que, aún así, le añadirán un valor inmenso a la región.
Son dos versiones convincentes, aunque con sentidos diferentes. Una exalta la integración de los inmigrantes, mientras que la otra resalta el valor de que diferentes culturas vivan juntas y en armonía.
Los parsis de la India, dondequiera que hayan ido, han hecho ambas cosas. Han adoptado algunas de las costumbres de la zona donde viven y, a su vez, han mantenido su propia cultura, sus rituales religiosos y sus creencias.
También han hecho más aportaciones culturales de las que la oleada inicial de refugiados en Gujarat podría haberse imaginado.
A pesar de ser un grupo reducido, los parsis cuentan con un gran número de músicos famosos, científicos, académicos, artistas y empresarios entre sus filas.
Además de Freddie Mercury, está Zubin Mehta, director de la Orquesta Filarmónica de Israel; Jamshedji Tata, fundador del Grupo Tata, el mayor conglomerado empresarial de India; Dadabhai Naoroji, el primer indio elegido para el Parlamento Británico; el profesor de Harvard Homi K. Bhabha; y el físico nuclear Homi J. Bhabha, entre otros.
La familia de Freddie Mercury era emigrante. Su primer hogar estuvo en India. Después se mudaron a Zanzíbar y, finalmente, acabaron estableciéndose en Inglaterra.
Al igual que sus antepasados, Freddie Mercury se integró en la nueva cultura. Cambió su nombre y se convirtió en un icono del pop occidental.
Y, a pesar de todo, siguió estando inmensamente orgulloso de su herencia.
«Creo que lo que su creencia en el zoroastrismo le enseñó», explicó su hermana Kashmira Cooke en 2014, «fue a trabajar duro, perseverar y perseguir sus sueños».